Siria, ocho años después
junio 5, 2019Es difícil concebir que las protestas pacíficas en contra del Presidente Bashar Al-Assad, llevadas a cabo en 2011, hayan resultado en uno de los conflictos más destructivos de la historia contemporánea. Ocho años después del inicio de la guerra en Siria, su final es difícil de vislumbrar, sus consecuencias han trascendido fronteras y han tenido repercusiones directas en las relaciones internacionales, a través de una perspectiva política y religiosa.
El Presidente del país, Bashar Al-Assad, se perpetúa en el poder y hace aun más difícil imaginar la posibilidad de su renuncia. El escenario del país es sombrío con una guerra que ha cobrado la vida de más de 371 mil personas, ha desplazado a más de 6 millones de refugiados a los países aledaños y ha producido una devastación que alcanza los 400 mil millones de dólares.
Bashar Al-Assad es culpado, como el responsable directo, del uso sistemático de armas químicas, actos de exterminio, tortura, desapariciones forzadas y de otros crímenes de guerra. Las causas que impulsaron a la gente a manifestarse en 2011 se han multiplicado a través de los años, continúa el desempleo, la pobreza, la desigualdad. Por otro lado, la libertad de expresión es inexistente y la muerte de niños durante el combate, así como ejecuciones y desapariciones forzadas, ha ido en aumento
No solo la situación interna juega un papel importante en el estancamiento de la crisis: también es importante tomar en cuenta las injerencias extranjeras en el territorio sirio. La incursión extranjera por parte de las fuerzas rusas e iraníes, en conjunto con las de Assad, han logrado recobrar el 60% del territorio. Los turcos, por su parte, con el despliegue de tropas en Idlib, lograron establecer un cese a las hostilidades en la zona. Esto demuestra que Siria está en una encrucijada en donde no hay punto de salida, lo que implica que Assad debe seguir maniobrando con base en los intereses de las potencias involucradas. No cabe duda que, aunque Assad prefiere seguir el ritmo de Moscú, es inevitable tener que lidiar con la postura estadounidense, misma que está empeñada en mantener presencia en Damasco por los matices energéticos.
El futuro de Siria es desolador, cierto es que Assad ha recobrado dos tercios del territorio con apoyo de Rusia e Irán. No obstante, dichos países difícilmente se guiarán por actos meramente benevolentes, y, por el contrario, seguirán actuando con base en sus intereses políticos y económicos, a fin de establecer una presencia robusta en la región. Turquía, por su parte, ha actuado con base en intereses nacionales, a fin de acabar con los kurdos que han ganado poder en el norte de Siria.
Si bien la situación en Siria exige un estudio amplio, debido a la magnitud del problema, así como de los actores involucrados, es relevante mencionar que la división política y religiosa del país, así como la injerencia internacional basada en intereses nacionales, siguen catapultando a Bashar Al-Assad en la silla presidencial, a costa del sufrimiento de miles de civiles que, sin lugar a dudas, resonará en el porvenir del país.