¿Amor? Lo lamento, relaciones de mercado

¿Amor? Lo lamento, relaciones de mercado

julio 29, 2019 Desactivado Por La Opinión de

En pleno siglo XXI, con el auge de las nuevas tecnologías y formas de relacionarse, el amor se ha convertido en un mercado más dentro de la sociedad. Las relaciones afectivas se asemejan al intercambio de mercado y los sentimientos de “enamoramiento”, un simple cálculo de costo-beneficio.

Se puede considerar a los individuos como ofertas que generan su propia demanda. ¿Qué es lo que abarca dicha oferta? Bueno, algunas características más subjetivas como la personalidad, el físico, una conversación interesante, determinados gustos, una historia de vida, IQ, etc., y otras más objetivas como el nivel socioeconómico, estabilidad laboral, perspectivas a futuros, entre otros.

Innegablemente, para todo ese pack de cualidades, tanto subjetivas, como objetivas, existe una demanda; en general, la mayor demanda que pueda llegar a tener una persona depende de dos factores:

  1. La moda en la época: es decir, lo que se considera deseable y atractivo en el momento.
  2. La escasez de esa oferta de cualidades subjetivas y objetivas.

Cuanto más escaso y más cercano a la tendencia de mercado se encuentre lo que ofrezca el individuo, más demanda tendrá; asimismo, al igual que sucede con los bienes económicos, si la persona logra generar una marca registrada, entonces es probable que logre cierta demanda estable con cierto grado de inelasticidad en el largo plazo. En caso contrario, es muy probable que, lamentablemente, no posea mucho para escoger.

Por otra parte, el enamoramiento y esa sensación continua de “ebriedad” que puede experimentar un individuo a lo largo de su vida, cuando encuentra a su “otra mitad” por enésima vez al año, es bastante similar al cálculo de maximización de beneficio de la firma. En este caso, el beneficio que obtendría por entablar una relación romántica con otra persona depende de todo lo que esa persona le traería a su vida, como estabilidad en el círculo social más íntimo, seguridad económica, intimidad, incremento de autoestima si esa persona tiene una mayor demanda, etc., menos los costos, que en este caso se atinan más con la pérdida paulatina de independencia y libertad individual.

Es bastante evidente que cuando un individuo se “enamora” lo hace luego de llevar adelante una maximización de beneficio de este estilo. Si el individuo demandante se da cuenta de que esa oferta sigue la tendencia de mercado, es escasa y además los costos de entablar una relación con aquella persona no exceden los beneficios que le brindarían, entonces recién ahí la persona comienza a padecer los efectos del “enamoramiento”.

Cuando el sentimiento es recíproco se realiza el intercambio y ambas partes entablan una relación afectiva bajo un contrato, es decir, las reglas propias de cada pareja; en el caso de que alguna de las partes lo rompa es bastante probable que esa relación también lo haga. De igual forma, la relación puede desgarrarse cuando los costos de esa misma relación empiecen a incrementarse o en función de los ingresos o por la aparición de una oferta mejor que maximice de forma más óptima los beneficios del individuo. De esta manera, se inicia el proceso de “desenamoramiento” del individuo.

Por último, otro de los sentimientos que brotan, la mayoría de las veces, son los celos; una persona celosa no es más que un sujeto que defiende su “propiedad privada”. Si el intercambio se realizó entre dos, cuando surge un tercero que no se halla en el contrato, florecen este tipo de actitudes completamente irracionales. Los celos no son más que resultado de la concepción de posesión, como si fuera un objeto, que una de las partes tiene sobre su pareja.

En resumen, las relaciones afectivas pueden ser utilizadas con base en una óptica de mercado. Cuando el individuo logre comprenderlo, podrá entender que el amor, el sexo y otras dependencias emocionales no son más que simples deducciones racionales que no guardan relación alguna con los cuentos de hadas que frecuentemente nos pintan.

Natalia Motyl

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