El adulador del Poder
septiembre 10, 2019Porfirio Muñoz Ledo, hoy alabado por propios y extraños, por su “magnanimidad” y por la lección de “hombre de Estado” que le dio a la oposición en la Cámara de Diputados, es un personaje oscuro; un político formado en el poder absoluto del presidencialismo mexicano.
Fue (y sigue siendo) un adulador del Poder; cuando fue diputado federal por primera vez (dato que casualmente no aparece en su perfil de legislador), respondió el quinto informe de Gustavo Díaz Ordaz y con gran zalamería dijo que: “nada me ha conmovido más hondamente en el texto del V Informe [de Díaz Ordaz] que el valor moral y la lucidez histórica con que el Presidente de México reitera su confianza en la ‘limpieza de ánimo y en la pasión de justicia de los jóvenes mexicanos’”.
Muñoz Ledo es un hombre de traiciones; en 1988 traicionó al PRI, cuando lo consiguieron la candidatura presidencial para Cuauhtémoc Cárdenas; en el 2000 traicionó a Cárdenas, cuando pretendió la candidatura del PRD a la Presidencia de la República y no la consiguió, y se fue de candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM); también traicionó al PARM cuando declinó por Vicente Fox, quien una vez que llegó a la Presidencia lo nombró embajador de México ante la Unión Europea.
Más tarde traicionaría al foxismo, para irse con Andrés Manuel López Obrador; quien en la última elección lo colocó en la lista de diputados plurinominales y una vez que ganaron se le nombró Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, el premio de la última traición.
Nadie puede acusar a Muñoz Ledo de ingenuo, pero sí de oportunista del Poder; en su hoja de vida se encuentra el haber estado al servicio de Díaz Ordaz, Echeverría, De la Madrid, Cárdenas, Fox y López Obrador. Luis González de Alba lo definía como un “trapecista del hueso”, más que un calificativo una descripción que lo pinta de cuerpo entero; un político de conveniencia, no convicción.
No es un demócrata, pues desde la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, con el respaldo de una mayoría aplastante, como en sus mejores momentos, cuando el destinatario de sus elogios era Díaz Ordaz y no López Obrador, se sintió con la fuerza y el poder para violar la Ley e imponer la fuerza de la mayoría de Morena.
Porfirio no “renunció” a continuar en la Mesa Directiva por decisión propia, congruencia y respeto a la Ley, sino por la presión de la oposición y diversos actores sociales. No hay nada que festejarle a un dictador, a un tirano, que nos “vende” el respeto a la Ley, cuando lo primero que quiso fue violarla.
Con poder o sin poder, Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega sí pasará a la historia, pero lo hará como un ejemplo de oportunismo político, de traición y de búsqueda del poder, por el poder mismo.
LA CUADRATURA
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