Al estilo de los viene – viene
enero 7, 2020¡Aquí hay lugar! ¡No se preocupe, ese nunca se mueve! ¡Tuérzale un poco a la izquierda, y ya quedó! ¡Sí entra, sólo no se haga muy para allá! ¡Mire, ahí entre esos dos! Las anteriores y otras, son expresiones que están en el catálogo de todos los franeleros o viene-viene de las grandes ciudades de México, quienes buscan convencernos de que hay espacio suficiente para estacionar nuestro coche.
Así como los franeleros lo hacen, hoy yo lo hago: les digo a todos aquellos con ambición política que ahí hay un lugar; que entre esos dos cabe uno; que no se preocupen, que ese nunca lo mueven; que se hagan un poquito a la izquierda, pero que nomás vayan viendo el retrovisor. Sí, todo eso les digo a los líderes políticos o grupos que anden pensando en un espacio para competir en el escenario político y luchar por el poder.
Hoy, nuestro sistema de partidos, desde mi punto de vista, tiene un espacio fértil y de potencial crecimiento para un nuevo partido, o bien para alguno ya existente que se quiera reacomodar dentro del sistema de partidos. Me refiero a un espacio que poco han aprovechado, o incluso, es posible decir, que poco se han atrevido a experimentar: el espacio desocupado para un partido cuyo estandarte sea el liberalismo de valores post-materiales.
Aunque muchos señalen una reducción del protagonismo del espectro ideológico de izquierda a derecha, éste sigue dominando la política de la mayoría de los países, sobre todo europeos; sin embargo, tal como lo señaló Giddens a finales del siglo XX, izquierda y derecha no son sinónimo de decir conservadores o liberales. Si bien el punto no es describir los distintos espectros de ideología política, quiero señalar cuál es ese espacio neo-liberal que creo sería redituable para muchos que añoran tener algo del pastel.
Entenderemos por neoliberalismo aquel conjunto de valores que en lo económico está a favor de la competencia y el libre mercado (propio de la derecha tradicional) y en lo social está a favor de las libertades individuales, como contraer matrimonio con una persona del mismo sexo; la libertad de decidir sobre su cuerpo –aborto, muerte digna o consumo de ciertas drogas– teniendo como bandera aquello que se traduzca en derechos individuales (valores defendidos por la izquierda).
Dicho lo anterior, es comprensible que hoy día, muchos consideremos que las acepciones de izquierda y derecha están caducas, o que por lo menos resultan insuficientes; que es necesario posicionar tanto a partidos como a los ciudadanos en dos dimensiones: la que representa los valores materiales (económicos) y la que representa los post-materiales.
Así, sabemos que el espacio del liberalismo es amplio, que somos muchos aquellos que creemos que la solución no está en conservar lo tradicional sino en adaptarse a las nuevas realidades, al mismo tiempo que superamos aquello que no han podido hacer quienes sólo piensan en términos de izquierda y derecha.
Si bien es cierto que México, a partir de la institucionalización de su política en el siglo XX, poco se movió en la lógica de izquierda-derecha, dado entre muchas otras razones que se basó principalmente en el clivaje de continuidad y autoritarismo del partido hegemónico, por un lado, y cambio y democracia, por el otro, también es verdad que a partir del 2000, cuando éste llegó a su fin y nuevos actores políticos comenzaron a hablar más en términos de izquierda y derecha, dicha idea si bien no se afianzó en la mayoría ciudadana, sí comenzó a ser mucho más utilizada por ciertos sectores de la sociedad y la opinión pública.
Sin embargo, no es solamente el hecho de que se hayan comenzado a utilizar estos conceptos, sino que también de manera evidente, la realidad nacional e internacional ha ido transformándose y con ello la cultura del ciudadano. Hoy, en México, tenemos una población primordialmente urbana, con mucho mayor nivel de estudios que sus padres, que conoce los beneficios de las libertades individuales como la libre expresión, pero también sabe de la capacidad de romper instituciones que no necesariamente representan bienestar.
A estos principios liberales pueden sumarse otros que también son identificados por sus votantes, y que también menciona Giddens: la solidaridad social (no es precisamente excluyente del liberalismo, aunque muchos así lo argumenten) y la voluntad de éxito. Dichas concepciones de la realidad hacen que volteemos a ver como opciones liberales a quienes enarbolan principios ambientalistas o feministas.
Al liberalismo contemporáneo aún podríamos sumarle más, y sería incluso muy preciso en México, pues desde su conceptualización se dijo que éste sustenta que, si bien el Estado tradicional logró un importante desarrollo humano durante su auge, hoy éste se muestra paralizado por la burocracia y sus procedimientos. Es decir, podemos considerar a los liberales actuales como aquellos conscientes de lo hasta ahora logrado por las instituciones, pero también conscientes de las necesidades del presente.
Con la mezcla de todas esas perspectivas sociales, hay que decir que hay un gran electorado ávido de la representación de dichos intereses; un electorado que vivió los frutos que el Milagro Mexicano les dejó a sus padres, pero para quienes también son innegociables sus libertades: mujeres que quieren desenvolverse profesionalmente; padres de familia que quieren llevar tatuajes; jóvenes que quieren vivir su sexualidad; universitarios que saben que está muy lejos un verdadero estado de bienestar.
Ese es el espacio libre en el sistema de partidos mexicano, esa es la bandera que muchos mexicanos estamos buscando que alguien sostenga.
¿Pero quién podría hacerlo? Por la cuestión medioambiental y el promedio de edad de sus militantes, el Partido Verde, pero ha dejado ir la oportunidad, al no haber tenido un proyecto claro; errores como posicionarse a favor de la pena de muerte (sí, un partido verde) o ahora aliarse a un gobierno proteccionista, no lo hacen una opción fiable. Pudo, también, en algún momento serlo Nueva Alianza, con una carta como la de Gabriel Quadri, a quien vendió como un académico preparado con soluciones técnicas, pero sus orígenes lo traicionaron, así como las declaraciones del mismo Quadri, propias de una derecha radical.
Entonces: ¿quién cabe en ese espacio? ¿Quién cabe sin necesidad de darle raspones a los de a un lado? En lo personal veo tres opciones muy similares entre ellas:
a) Una nueva formación política, que logre articular el discurso y las ventajas que puede (o no) significar ser una nueva opción.
b) El PRD o futuro 21: independientemente del nombre, soy de los escasos creyentes que aún confían que este instituto político de izquierda, histórico por su papel hacia la transición, no está muerto. Creo, aún hay unos cuantos electores que de verdad sienten el color amarillo; nostálgicos de aquello que les quitaron, pero también de lo poco que les dejaron; de líderes con principios como el ingeniero Cárdenas. Veo ahí una opción, con militantes como Chertorivski, Mancera, entre otros nada desdeñables.
c) Movimiento Ciudadano: sí, la misma ola naranja que dejó con la boca abierta a Jalisco. Ese Movimiento Ciudadano que resurgió desde Convergencia. El mismo partido al que no únicamente las estrategias de comunicación le funcionaron, sino hasta un simple jingle. El de Dante Delgado, a quien no han podido derribar; el de Enrique Alfaro, que cuando quiere alza la voz; donde ahora están el rockero Juan Zepeda y Patricia Mercado, sí, la misma que causó revuelo cuando, siendo candidata a la Presidencia del país, dijo que alguna vez había fumado marihuana, justamente en un carácter liberal.
Efectivamente, reitero que las tres opciones son muy similares, pero el factor diferenciador será decisivo y estará en quién tenga las agallas de estacionar en ese cajón su coche y liderar una nueva etapa ya necesaria. El factor diferenciador estará en lo que Panebianco llamó modelo originario y coalición dominante.
Isidro O’Shea
Twitter: @isidroshea