La pérdida de objetividad y de sentido común (parte II)
febrero 14, 2020Decíamos en la primera parte de este análisis que la división de ideas entre los mexicanos, o la polarización ideológica imperante, nos da espacio a que pocas ocasiones se genere un verdadero debate civilizado.
La esencia de la dialéctica es eso justamente, dos posturas aparentemente antagónicas existentes hasta que llega el ideal o absoluto dialéctico que sintetiza, culmina las ideas anteriores.
Sin embargo, en el ciberespacio mexicano tenemos una constante confrontación de posturas, carentes de argumentos, datos y hasta de sentido común. Pareciera ser que hemos olvidado lo que significa la clase política, la figura del político en la que antepone sus intereses personales a los de la sociedad, el bien común e incluso el pueblo.
Y cuando aparentemente lo hacen se les acusa de populismo falso, más que argumentación, debate, análisis crítico de ideas, tenemos la denostación, el minimizar los problemas, a lo que los internautas nacionales han denominado en algunas ocasiones “maromas”.
Históricamente esto no es nuevo, nuestro pueblo ha vivido polarizado ideológicamente, al menos desde 1821, con posturas que anhelaban la democracia al estilo estadounidense (federalistas-liberales) y los que buscaban un sistema más de tipo monárquico constitucional, denunciando la idea democrática como ajena a nuestras costumbres. De ahí evoluciona en escalada esta disputa, pues siguen años como siglos de mexicanos contra mexicanos, imponiendo su sistema de ideas sin importar el costo.
Ahora tenemos en el ámbito presidencial, como social, la clasificación de chairos como de fifís, estos últimos denominados así por el propio mandatario, pues su discurso político cada día toma una tónica de enfatizar que no es como los anteriores, aunque en la práctica sí lo hace; además de culpar al pasado reciente, al que se ha referido con adjetivos como “los conservadores”, “los que estaban antes”, “eso hacían los anteriores”, etc.
Las voces críticas, además de objetivas, son silenciadas hasta vapuleadas como mencioné en la parte uno de esta columna, mientras que entre compatriotas nos enfrentamos, enojamos, por lo que un político más del montón hace o deja de hacer.
Se habla de la lucha contra la corrupción, la cual ha personalizado, mientras tanto ordena cerrar los expedientes de Manuel Bartlett, un sombrío personaje del pasado al que tanto culpa o sencillamente nos distrae de los temas importantes con la ilusión populista, aunque con un manejo simbólico, de rifar el avión presidencial.