La revolución de las jacarandas
marzo 16, 2020Existen diversos temas que llaman nuestra atención. Ninguno de menor importancia: las constantes caídas de los mercados financieros, los posibles efectos del Coronavirus, las medidas que tendríamos que tomar en México, qué hacer con la inevitable caída de los ingresos públicos, el constante discurso ad hominem del Presidente y un largo, pero muy largo, etcétera.
Aun así, no quería dejar de rendir un pequeño homenaje al movimiento que se gestó el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Un movimiento que cimbró al país entero, que puso a temblar a todas las estructuras de una sociedad que ha normalizado problemas que se volvieron insoportables.
Un día marcharon y al otro pararon. Sin hacer nada, seguían moviendo conciencias.
A nosotros, los hombres, nos tocó verlas hacer historia. Escribieron un nuevo capítulo en la historia de México. “Admiración, reconocimiento, envidia… Las mujeres hicieron hoy lo que los hombres no hemos hecho”, escribió Macario Schettino. Nos tocó verlas desde las gradas, aplaudirles y asombrarnos con lo que ellas están logrando.
En la Plaza de la República se veían dos Monumentos a la Revolución: uno de piedra, asentado ahí desde 1938, y otro orgánico, que convocó a cientos de miles de mujeres de todas las edades, de diferentes partidos políticos o sin afinidad alguna, colectivos feministas organizados y mujeres que asistían por primera vez a una manifestación.
La Revolución será feminista o no será, coreaban, demostrándonos que ya es así. Incluso pareciera que las jacarandas, esos árboles que florecen color lila, se alinearon para pintar la ciudad de ese color, el mismo con el que la ciudad y el país entero se vestirían.
Al otro día, el 9 de marzo, un silencio incómodo inundó la ciudad y las redes sociales. Ni siquiera el colapso de los mercados lograba obviar su ausencia. #UnDíaSinNosotras tenía como objetivo mostrarnos lo que sería un día sin mujeres y así visibilizar su importancia. Lo lograron.
Aunque no todas pudieron parar, fueron suficientes para ver miles de comercios vacíos, empresas que no podían operar con normalidad sin ellas, hombres encargándose de tareas domésticas que no acostumbraban, etc. Aun sabiendo que iban a regresar, muchos las extrañamos.
El movimiento que se dio el 8M y 9M, pienso, no fue en contra del gobierno o el Presidente, como muchos han mencionado, pero tampoco fue a su favor para profundizar la “transformación que vive el país”, como los corifeos del régimen intentan hacer creer desesperadamente.
El movimiento fue en contra del sistema. Un sistema que las ignora y normaliza los problemas que ellas padecen. Fue para igualar las oportunidades, para romper techos de cristal y pisos pegajosos, por nivelar la balanza de poder y por visibilizar que muchos de nosotros, los hombres, tomamos como normales muchas actitudes y comentarios que no deberían serlo.
Ellas ya ganaron. Negar esto significa no querer aceptar la nueva realidad en la que nos encontramos. Significa no querer competir con ellas en condiciones de igualdad. Y también significa pretender mantener privilegios que no debimos tener desde el principio.
Los cambios siempre generan incertidumbre y así será para muchos de nosotros. Debemos entender y evolucionar. Ellas ya lo están haciendo. Los cambios en la estructura social se darán con nuestro consentimiento o sin él. En lugar de resistirnos, debemos sumarnos. Será complicado y confuso, pero podemos comenzar preguntándoles a ellas, ¿en qué ayudamos?
Omar Ovalle
Twitter: @ovalle_omar