Ser valiente implica ser socialmente responsable

Ser valiente implica ser socialmente responsable

marzo 17, 2020 Desactivado Por La Opinión de

En estos días mucho hemos leído y seguiremos leyendo sobre el COVID-19, casi todo a partir de perspectivas políticas y/o sanitarias; sin embargo, yo quiero utilizar mi oportunidad semanal para hacerlo a partir de una arista más crítica hacia a la sociedad, y no hacia los políticos, como parece que estamos acostumbrados.

Si bien es casi indiscutible que la mayoría de los gobiernos han actuado tardíamente frente al COVID-19, también es cierto que no podemos o, por lo menos, no deberíamos acechar todas las responsabilidades en ellos, sino también aceptar nuestra corresponsabilidad y obligación como ciudadanos, y quizá ya ni siquiera como ciudadanos, sino como seres medianamente racionales y a la vez empáticos con nuestra especie. En esta ocasión lo haré a partir del caso español, pues es el escenario donde me ha tocado estar durante esta crisis sanitaria, pero es solamente un ejemplo de casi cualquier sociedad del mundo; al pueblo español sólo le tengo eterno agradecimiento y cariño.

Importante me parece abordar el actuar de los medios de comunicación: noticiarios, titulares y periodistas amarillistas. Comunicadores que se han encargado de alarmar a la ciudadanía ante gritos constantes de “ÚLTIMA HORA”, donde dan cualquier dato irrelevante para la situación en lo general; productores que se esmeran en repetir y repetir reportajes, entrevistas y titulares que únicamente incrementan el estado de incertidumbre de los televidentes; mucha información y poco conocimiento, inclusive me atrevo a señalar que son contadas las ocasiones en las que he visto que se mencionen de manera ortodoxa las medidas de higiene y seguridad, o bien donde haya habido entrevistas con especialistas, ya sean médicos, científicos naturales o específicamente epidemiólogos.

Reitero: independientemente de la tardanza que pudo haber tenido el gobierno español, el Presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, cerró una de sus primeras apariciones, respecto al tema, llamando a la responsabilidad y disciplina social; poco consiguió, fueron muchos los que echaron en saco roto sus palabras.

Centenares de estudiantes universitarios de la Comunidad de Madrid, inmediatamente después del aviso de cancelación de clases, regresaron a sus ciudades de origen, menospreciando la posibilidad de poner en riesgo a otras comunidades autónomas que no contaban con las tasas de contagio que ya tenía la capital española. Existe el ejemplo real de una estudiante de una universidad de Madrid, que el mismo día del aviso viajó a Santiago de Compostela y cuando arribó dio positivo a la prueba de COVID-19, lo cual, obviamente, elevó las alarmas en dicha localidad.

La irresponsabilidad también se ha visto en gente que sin importarle el prójimo ha coadyuvado a la histeria social y ha agotado productos como el papel higiénico, lo cual hoy es materia de bromas y memes, pues si bien es cierto que es un producto de higiene básica, nadie comprende la estricta relación entre el coronavirus y el producto sanitario. Dicha situación me recuerda al cuento de García Márquez, que un día Daniel mi hermano me contó, ese que dice que “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”.

Asimismo, se han visto vergonzosas imágenes de personas o familias enteras que se abalanzan sobre las puertas de los supermercados, pareciéndose más a escenas de un Black Friday, en Nueva York, que a una situación de crisis sanitaria.

Esta irresponsabilidad social y poca disciplina se ha evidenciado también en líderes políticos y/o celebridades que, independientemente de su rol en la escena política, han dejado ver su poca disciplina social como individuos de banqueta. Ejemplo de ello son los principales líderes de VOX que ante las cifras que ya alarmaban en Italia y empezaban a hacerlo en España, celebraron un mitin multitudinario en la capital española, en donde no faltaron muchos besos y abrazos.

Irresponsable también se mostró la Ministra de Equidad del actual gobierno español, que ante los números que ya debían ser de preocupación, pero sobre todo de ocupación, hacía llamados constantes para asistir a la manifestación del 8M, sin importar la cuestión sanitaria coyuntural que se avecinaba en el país. La Ministra días después, como consecuencia de los síntomas, se hizo la prueba del COVID-19, resultando positiva; al igual que pudo haber sucedido con miles de mujeres y hombres que asistimos a la marcha de manera irresponsable y sin guardar los mínimos protocolos sanitarios; no era cuestión de ser o no ser la Ministra, era una cuestión de simple responsabilidad ciudadana.

Con todo ello, sintetizo: la mayoría de las veces, o todas, centramos nuestra energía y nuestro tiempo únicamente en responsabilizar a los gobernantes; los tratamos como si fueran una especie diferente que debieran asumir todas y cada una de las responsabilidades, responsabilidades que en muchas ocasiones son de índole privada o por lo menos individual.

Nunca centramos nuestra atención en el comportamiento cívico y ciudadano y en las premisas del capital social. Si alguna vez el concepto de capital social aparece, viene acompañado de la confianza institucional, es decir, le regresamos la bolita a nuestros gobernantes, pero nunca mencionamos la confianza interpersonal, menos aun la capacidad de empatía y jamás el sentido de reciprocidad; solemos decir que nos importan las causas sociales, pero no resulta así cuando nuestros intereses individuales van en otra vertiente.

Lo anterior me hace pensar en la idea de que fue esa la razón por la cual Aristóteles nunca superó a su maestro Platón: Aristóteles sí creía en el bienestar individual sin necesidad de bienestar común, Platón no dimensionaba la capacidad de bienestar individual sin el bienestar social.

Dicho todo ello, debo aclarar también que estoy lejos, muy lejos, de creer que todo en nuestra especie es malo o un error; al contrario, lo menciono porque sé de la capacidad que tenemos para tendernos la mano; sin embargo, también hay que hacer conciencia de aquellas veces en las que fallamos, en circunstancias como la que hoy vivimos no podemos ser autocomplacientes.

Asimismo, hay que destacar también nuestras virtudes y nuestros logros como individuos de grandes sociedades. El sábado y domingo cuando la luna apareció y nos recordó lo minúsculo que el ser humano es, el pueblo español salió a los balcones y ventanas a aplaudir a sus médicos, enfermeras, policías, dependientes de supermercados, personal de farmacia, a todos aquellos que han dejado días enteros en sacar adelante la situación; el país dio muestras de que –como dice mi mejor amigo– España no es la bandera, España es su gente.

Y así, el mundo entero no es de las banderas ni de los organismos internacionales ni de los políticos ni de las bolsas de valores; el mundo es simplemente de la gente valiente, y ser valiente también implica ser socialmente responsable.

Isidro O’Shea
Twitter: @isidroshea

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