Aplanar las dos curvas
abril 11, 2020Nos enfrentamos a un doble problema. Primero, la curva de contagios de COVID-19 está creciendo de manera acelerada en México. No sólo eso, el Subsecretario Hugo López-Gatell mencionó que los casos reales pueden ascender a cerca de 26 mil, 8 veces más de los que se tiene registro.
Hay que decir que en todos los países hay un subregistro de los casos confirmados contra los casos reales. Es imposible tener el número exacto. Pero también es cierto que otros países han hecho esfuerzos más grandes por localizar al mayor número de casos posibles. El número importa, pero es más importante la tendencia que la pandemia ha tenido. Está creciendo exponencialmente y debemos frenarla. Para frenarla sólo hay una opción: detener la economía. Parar la economía lleva a aplanar la curva de contagios. Es necesario evitar las congregaciones, es decir, que la gente tenga contacto con otros por la velocidad de propagación del virus. Y el hacer esto nos lleva precisamente a la segunda curva: la de la recesión económica.
Esta curva se comporta de manera inversa, va decreciendo conforme la epidemia crece. Detener la actividad económica inevitablemente llevará a que la recesión económica se profundice, hasta llegar a una depresión. Sin embargo, de no hacer esto se corre el riesgo de que la curva de contagios crezca tan rápido que llegue a una situación crítica: decenas de miles de contagios, más decesos de los que hospitales y funerarias puedan lidiar, pacientes siendo atendidos en pasillos y calles y un largo etcétera. Si llegamos a esta situación, la economía parará de manera automática, porque la gente tendrá miedo de salir.
Para aplanar la curva de la recesión, el gobierno debe aplicar medidas agresivas que reduzcan los efectos negativos de una cuarentena. Debe otorgar los ingresos que la gente no está generando o no tenía desde antes de la emergencia. Apoyar a las personas de menos recursos durante la emergencia sanitaria y también ayudar a pequeñas y medianas empresas, para que no se vean en la necesidad de despedir a sus trabajadores. Es decir, adoptar una política contracíclica. Estas medidas sirven de contención para disminuir las consecuencias de la cuarentena, a que necesariamente debemos sujetarnos todos, para frenar los contagios.
En este momento no quisiera meterme en las acciones particulares que, pienso, deberíamos tomar para no llegar a la depresión económica, eso lo dejaremos para después. Y no pienso hacerlo por ahora, porque quisiera poner en la mesa un debate que considero más importante: el falso dilema de la economía contra la salud.
Y digo falso porque no hay tal. Empresarios y políticos nos han bombardeado con la idea de que debemos limitar la cuarenta para no dañar la economía, sobre todo la de quienes menos tienen. Y esta idea es errónea, porque es la gente de menos recursos la que sigue saliendo a ganarse la vida por necesidad y, al hacer eso, son ellos quienes son más propensos a enfermarse.
No hay dilema entre salvar la economía o la salud. Le economía eventualmente se recuperará, la salud no. Si no se detiene la economía, la curva del COVID seguirá creciendo, al grado de colapsar nuestro sistema de salud, y causará muchas muertes que no deberían ser. Y si no aplicamos medidas contracíclicas entraremos en una depresión, que traerá consigo una disminución importante en los ingresos de las personas, pérdida de miles de empleos, quiebra de muchas empresas y sus efectos se alargarán más de lo deseado. Parar nuestras actividades ahora ayudará a que la epidemia pase más rápido y podamos regresar a la normalidad lo antes posible.
Por su dimensión, esta no es una crisis transitoria. En ninguna parte del mundo se le ve así. En México corrimos con la suerte de que la epidemia tardó en llegar, hubo tiempo para prepararnos. La peor parte aún no ha llegado y seguimos sin tomar decisiones difíciles pero necesarias. Cada día que pasa perdemos la oportunidad de salvar vidas y ayudar a la gente que más lo necesita.
Omar Ovalle
Twitter: @ovalle_omar