La agricultura en tiempos del COVID

La agricultura en tiempos del COVID

abril 18, 2020 Desactivado Por La Opinión de

La situación en la que nos encontramos nos hace darle valor a cosas que a veces creemos tener garantizadas, y que no nos damos cuenta de su importancia hasta que se encuentran en riesgo. En la salud, por ejemplo, la gran mayoría consideramos muy baja la probabilidad de enfermarnos de algo grave, hasta hoy, que existe un virus como el COVID, que es demasiado contagioso y desconocemos su tratamiento, y extremamos precauciones. Pasa algo similar con los alimentos: no valoramos todos los procesos necesarios de producción, distribución y suministro, hasta que nos hace falta que comer.

En la primera línea de batalla se encuentran las médicas/os y enfermeras/os, en la retaguardia, los agricultores produciendo los alimentos que el país necesita, comentan en las redes sociales. Y es cierto. Mientras el sector salud realiza un admirable esfuerzo por atender a los enfermos, el sector primario no ha parado para garantizar los alimentos que todos consumimos y necesitamos.

La agricultura es, probablemente, uno de los sectores que salga mejor parado frente la crisis económica que se viene, al menos en el corto plazo. Pero eso no la exime de correr riesgos importantes derivados de la situación que vivimos.

En lo inmediato, la depreciación del peso frente al dólar ya ha encarecido varios productos que importamos, que son necesarios para la producción. La maquinaria y equipo sube cuando el dólar lo hace, de la misma manera lo hacen los fertilizantes, pues compramos en el extranjero la gran mayoría de lo que se utiliza para la producción.

Otro riesgo importante viene por el lado de la oferta, en este caso, de la distribución y suministro de los productos. La industria agroalimentaria ha sido clasificada como prioritaria, por lo que la mayoría de los alimentos que lleven algún proceso de industrialización se producirán de manera normal. Aunque también hay afectaciones, como el caso de la cebada que es consumida por las cerveceras y el Subsecretario López-Gatell mencionó que debían parar sus actividades. Por otro lado, la distribución de los productos se vuelve complicada para los camioneros, debido al cierre de hoteles y lugares para comer, además de que aumenta el riesgo de inseguridad por la baja circulación de automóviles en las carreteras.

En la demanda, existe una menor afluencia de personas que asiste a supermercados, centrales de abasto, mercados y tiendas de conveniencia. Aunque muchas personas se encuentran en casa y preparan sus alimentos, el consumo ha disminuido debido a que los restaurantes, cocinas económicas, fondas, etcétera, han disminuido sus ventas de manera considerable. El consumo disminuirá en mayor proporción conforme las medidas de distanciamiento social se endurezcan.

En el comercio internacional existen pros y contras. Por un lado, la depreciación de la moneda va acompañada de una mayor exportación de productos nacionales, al abaratarse nuestra moneda, nuestros productos se vuelven más baratos, entre ellos los alimentarios. Habrá que esperar si por la emergencia sanitaria no se implementa nuevas normas para las exportaciones. Sin embargo, por el lado de las importaciones, se encarecen los productos que traemos del extranjero. En el caso de los alimentos, principalmente son granos básicos: 80% de maíz amarillo (consumo pecuario), 5% de maíz blanco (consumo humano), 46% de trigo, 91% de arroz, 25% de sorgo y 20% de frijol (CEDRSSA). Es muy probable que estos productos y sus derivados aumenten su precio en próximos meses.

En el largo plazo, la crisis del COVID-19 parece estar acelerando un proceso que ya se venía gestando: la automatización. De acuerdo con el Inegi, existen 5.5 millones productores agrícolas y Banxico mencionó que el 98% de las personas empleadas en el sector primario corre un alto riesgo de perder su trabajo por la automatización, es decir, 5.4 millones de empleos. Tal vez ahora parezca lejano, pero la inteligencia artificial avanza muy rápido y esta crisis, sin duda, acelerará el uso de maquinaria automatizada e inteligente.

Otro riesgo importante, y al que siempre están expuestos los agricultores, son las condiciones climáticas. La Conagua ya declaró emergencia por sequía y si esto se extiende varios meses mermará la producción del 80% de los productores que dependen de las lluvias, disminuyendo la oferta de alimentos y el ingreso de los campesinos.

Finalmente, no quisiera dejar de comentar que las zonas rurales son altamente vulnerables al COVID-19. No por la propagación del virus que es menor, como se mencionó en la conferencia de salud, más bien porque cuentan con sistemas de salud precarios y en caso de tener un brote en alguna comunidad no existirán los insumos suficientes para que la población rural pueda ser atendida de manera adecuada.

Entre las diversas medidas que el Gobierno debería adoptar para enfrentar la crisis, sin duda no debería olvidar al sector primario. Los programas y apoyos que ahora existen son asistenciales y no son suficientes. Brindar bienestar a la población debería ser una prioridad en estos tiempos. Pero, como menciona Mariana Campos, parece que para el gobierno esa palabra no es mucho más que un lema.

Omar Ovalle
Twitter: @ovalle_omar

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