El neoliberalismo de la 4T

El neoliberalismo de la 4T

junio 1, 2020 Desactivado Por La Opinión de

La transparencia y la congruencia, entre el discurso y la acción, son elementos imprescindibles en el ejercicio del gobierno y la legitimidad de las acciones que éste implementa, en consecuencia de la plataforma o el proyecto con los que consiguió el favor de la ciudadanía, para alzarse con una victoria electoral.

En México, durante más de doce años y tres campañas presidenciales, el actual primer mandatario del país –Andrés Manuel López Obrador– construyó un discurso que supo catalizar las demandas y la indignación social, acumuladas durante los años de gobiernos emanados del viejo partido de Estado, el PRI –que gobernó México por más de ochenta años ininterrumpidos y que regresó con un sexenio más en el año 2012– y el PAN –surgido como oposición política al mandato del único presidente mexicano considerado como socialista, el general Lázaro Cárdenas del Río–.

La sencillez en la retórica y el posicionamiento de las demandas –siendo las principales el combate a la corrupción, la reducción de la desigualdad y la promesa de paz– con el que el eterno candidato se dirigió por más de una década a la opinión pública, conectó indudablemente con la mayoría de los mexicanos, que finalmente le brindaron la oportunidad de dirigir los destinos del país en el proceso electoral de 2018; entre ellos, muchos mexicanos que nos identificamos, en su momento, con el proyecto político y de nación progresista, de izquierdas y socialdemócrata que Morena promovía.

Sin embargo, a casi dos años del inicio de la administración de la autodenominada “Cuarta Transformación”, la congruencia entre el discurso y la acción parece empezar a desaparecer, a partir de la falta de una línea programática que cualquier gobierno o proyecto de transformación progresista, socialdemócrata o de izquierdas, implementaría a través de políticas públicas en beneficio de la sociedad en su conjunto. Con algunas excepciones y más enfocados en esfuerzos individuales que colectivos, pocas legisladoras y contados legisladores, además de algunos funcionaros de la administración pública federal y secretarios de Estado, se han diferenciado de las acciones del gobierno de México en su conjunto, impulsando desde sus trincheras y espacios de toma de decisiones, causas y políticas que perfectamente se identifican con la agenda progresista; sin embargo y en detrimento de sus propias banderas retóricas y discursivas, la “Cuarta Transformación” camina en sentido totalmente contrario del proyecto que ofrecieron a la sociedad mexicana, como alternativa a las décadas de malos gobiernos emanados de las derechas, que profundizaron la desigualdad, la violencia, la impunidad y la corrupción.

Hechos como la constante aparición del titular de la UIF de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ante los medios, informando del “congelamiento “de cuentas con recursos de procedencia ilícita, o la creación del Instituto para “Regresarle al Pueblo lo Robado”, podrían indicar que el combate a la corrupción es frontal y eficiente; sin embargo, recientemente el Inegi informó que el costo de la corrupción gubernamental para los mexicanos, en sus tres niveles, se ha incrementado en 64%, aunado a que 74% de los contratos del gobierno de México han sido adjudicados de manera directa, lo que fomenta la opacidad y debilita la transparencia, sin que exista una política pública clara por parte del gobierno para hacer frente a la corrupción, una de sus principales banderas de campaña.

En principio, el recorte de gastos excesivos y privilegios con los que operaban gobiernos anteriores, por parte de la administración del presidente Obrador, fue una medida positiva; sin embargo, las medidas de austeridad, que en la actualidad se siguen implementando, están empezando a mermar el andamiaje institucional del Estado mexicano y, con ello, la capacidad de éste para fungir como un ente regulador, administrador y benefactor en favor de la eficiencia en los servicios públicos y el fortalecimiento de los derechos y las libertades de los ciudadanos en su conjunto.

El recorte del 75% en el gasto operativo que hoy afecta a instituciones de educación pública superior, como lo es el CIDE, entre otras universidades, además de a institutos como el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, merma directa y gravemente la producción científica, académica y profesional del país y, con ello, el desarrollo de áreas estratégicas para México, contradiciendo nuevamente el discurso de campaña de AMLO, pues la educación pública y las áreas nacionales que generan conocimiento al contrario de fortalecerse, se están debilitando.

La iniciativa que recientemente se había presentado por parte del Grupo Parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados, para desaparecer o modificar 44 fideicomisos públicos, entre los que se encuentran el Fonden, el  Foprocine y el Fidecine, son otra muestra de la política de recortes innecesarios que la 4T está llevando a cabo en detrimento, en el caso de estos fideicomisos, del combate a los desastres naturales y fomentar en el sector cultural, la creación cinematográfica, principalmente de proyectos independientes con tradición competitiva con buenos resultados en los festivales internacionales de cine de arte más prestigiados.

La carencia de una política con vocación social y de enfoque en el fortalecimiento de los derechos y las libertades con carácter integral, es otro hecho que contrapone profundamente la retórica del proyecto de la “Cuarta Transformación”, pues si bien los programas de desarrollo y bienestar están concentrados en la atención de sectores vulnerables, desde una perspectiva de acción afirmativa, la distribución y entrega de dichos programas obedece más, de acuerdo con expertos en la materia, a una lógica electoral que falla en atender de fondo los graves problemas que generan la desigualdad que afecta al país desde hace décadas.

De acuerdo con Genaro Aguilar, investigador de la Escuela de Economía del IPN, para el año 2021 la pobreza en nuestro país crecerá en un 14.2%, lo que se traducirá en 60.2 millones de pobres, situación que los programas del bienestar no resolverán y que inacciones del gobierno como la evidenciada durante la pandemia causada por el COVID-19; en donde en lugar de diseñar un programa de emergencia en apoyo de los ahora más de un millón de mexicanos que han perdido su empleo y las Mipymes que generan el 72% del empleo y 52% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, se improvisó una serie de préstamos “a la palabra” para empresas y changarros del sector formal e informal, ¿el resultado? Tan sólo se cubrió al 40% de los solicitantes sin que se haya informado hasta el momento sobre el destino del resto de los recursos de los préstamos que no se otorgaron.

Finalmente, la negación y la poca o nula acción ante las violencias de género que matan a 10 mexicanas por día en el país, por parte del presidente y las dependencias del gobierno especializadas para atender la problemática, además de la militarización formal de la seguridad pública de México y el combate a las empresas de energías limpias y renovables que se está dando por parte de la Sener, con un argumento proteccionista y estatista en beneficio de las energías fósiles, como el carbón, el petróleo y el combustóleo –además de la técnica del fracking– que dañan al medio ambiente y la salud de los mexicanos, son otros hechos que confirman que hasta el momento el proyecto por el que votaron 30 millones de mexicanos para transformar la vida pública, social y económica del país, más allá de la retórica y la propaganda oficial, no ha iniciado y, al contrario, el rumbo del país se dirige hacia el lado opuesto de lo propuesto en campaña; por lo que, con cuatro años de gobierno por delante, es tiempo de que el presidente Obrador, su equipo y sobre todo sus seguidores más arraigados hagan un ejercicio de autocrítica, para darse cuenta y comprender que hay que corregir la dirección o, de lo contrario, en las mismas urnas en las que consiguieron una victoria histórica, los mexicanos tomarán de regreso la confianza depositada; al menos, desde diferentes trincheras, ya existimos ciudadanos que exigimos y buscamos construir una opción viable para el país, verdaderamente identificada con el progresismo y la socialdemocracia.

Miguel Ángel Arce


Fotografía: Claudio Bianchi / pixabay.com

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