La otra pandemia de México: la violencia

La otra pandemia de México: la violencia

junio 4, 2020 Desactivado Por La Opinión de

El pasado mes de abril se publicó el Índice de Paz de México 2020, elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz (IEP), el cual proporciona una medición integral de los niveles de paz en el país y contempla las tendencias, análisis y cálculos del impacto económico de la violencia. Los datos, correspondientes a 2019, son desoladores: el nivel de paz descendió un 4.3%, retrocediendo por cuarto año consecutivo. Veintitrés de los treinta y dos estados mostraron caídas en sus niveles de paz y únicamente nueve mejoraron su situación. Baja California fue el estado menos pacífico en 2019, seguido por Colima, Quintana Roo, Chihuahua y Guanajuato. En el extremo opuesto se encuentra Yucatán, Tlaxcala y Campeche.

Estos datos correlacionan con los de opinión pública: la inseguridad es la principal preocupación de los mexicanos, por encima del desempleo, la inflación, la corrupción y la impunidad. Asimismo, el impacto económico de la violencia ha aumentado. Se calcula que el coste de la violencia gira en torno a 4.57 billones de pesos mexicanos, lo cual equivale a aproximadamente el 23% del PIB nacional. Estas cifras superan hasta ocho veces el gasto público en salud y en seis veces el gasto en educación.

Los principales tipos de violencia en México son cuatro: la política, la oportunista, la interpersonal y los conflictos entre cárteles. Cada año, uno de cada tres adultos es víctima de un delito y el homicidio es la principal causa de muerte prematura en el país. Esta alta criminalidad responde, en gran medida, a los altos niveles de impunidad y corrupción. Por ello, es necesario encauzar las políticas de seguridad en, al menos, cuatro direcciones. Primero, frenar la violencia política, especialmente en el nivel local al ser el espacio más afectado por esta problemática. Segundo, proteger a los ciudadanos y empresas frente a la criminalidad oportunista, en casos como el robo y la extorsión. Tercero, invertir en programas de capacitación para policía para prevenir la violencia interpersonal, y ofrecer soluciones judiciales a bajo costo. Por último, es fundamental contener los conflictos entre las organizaciones criminales, mediante planeaciones estratégicas que eviten disputas por la sucesión en el liderazgo de los cárteles.

México sigue siendo el epicentro de la violencia, con 19 de las 50 ciudades más violentas del mundo. Las políticas gubernamentales siguen siendo ineficaces en la erradicación de la criminalidad. Al asumir la presidencia, López Obrador anunció que atajaría la violencia desde sus causas y puso en marcha programas sociales para combatir la falta de oportunidades, las deficiencias educativas y sanitarias, y los problemas del mercado laboral. Asimismo, expuso que reformularía el plan de lucha contra el narcotráfico de Felipe Calderón. Año y medio después, los resultados aún se hacen esperar.

Por ello, la nueva estrategia del presidente pasa por apoyarse de nuevo en las fuerzas públicas. El presidente ya ha ordenado el despliegue de soldados y marinos en las principales ciudades del país para ayudar en tareas de seguridad pública. Tras el aparente fracaso de su política de “abrazos, no balazos”, el presidente retoma la línea de actuación de sus antecesores, la cual fue duramente criticada por él mismo antes de llegar al poder y durante los primeros meses de su gestión. De momento, los militares seguirán en la calle hasta 2024. Se fija, por tanto, un nuevo horizonte para hablar de éxito o fracaso en las políticas de seguridad.

Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7


Imagen: Mizter_X94 / pixabay.com

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