Morena: un culto al estilo Jim Jones (parte II)

Morena: un culto al estilo Jim Jones (parte II)

julio 17, 2020 Desactivado Por La Opinión de

Siguiendo con la quizá polémica comparación que hago de Morena con un culto, valdría la pena revisar quién era Jim Jones y cómo su liderazgo religioso-social se asemeja un poco al del hombre que hoy lleva las riendas de la nación.

El susodicho, líder de la Iglesia del Templo del Pueblo, era un hombre delirante, un visionario que se creía mezcla de Cristo y Lenin, el único Dios sobre la Tierra. De esos que no predican con el ejemplo, purifican a sus cercanos, los convencen de que lo que hacen es en aras de un bien mayor, cuando en realidad sólo es para el beneficio de una connotada oligarquía.

Por eso se debate si la matanza de Guyana, una tétrica escena para finales de los 70, fue consecuencia de su locura y su ansia de poder; es evidente que en nuestro caso las muertes por la pandemia no lo son, pero sí es su responsabilidad el rumbo de las decisiones políticas, así como la congruencia del discurso.

Jones lideraba a sus fieles con un socialismo utópico, que en los convulsos años sesenta no gustaba a la CIA; por ello, decidieron enviar a Jonestown, comunidad establecida en la Guyana francesa, al huir con su comunidad de las persecusiones del gobierno estadounidense, al congresista Leo Ryan, acompañado de tres reporteros de la NBC, un desertor de la secta y once norteamericanos más familiares de los fieles, junto al diplomático Richard Dwyer, de la embajada de Estados Unidos en Guyana. Su solapado objetivo era investigar las actividades de la secta, en concreto los supuestos malos tratos infligidos a algunos de sus miembros, grabando un informativo en directo.

Si bien esto no es nada parecido a lo que hace Morena, insistiré en que el comportamiento de sus correligionarios es parecido al de sectarios que defienden lo indefendible, denostan y atacan a todo lo que suene diferente a su corriente de pensamiento, además de estar convencidos de que lo que hacen no está mal, ya que ellos son diferentes, cuando la realidad demuestra todo lo contrario.

Tan malo fue la casa de Angélica Rivera, como las seis del matrimonio Ackerman Sandoval; y no importa si Beatriz Gutiérrez Müller no es oficialmente la primera dama, pero al ser la cónyuge del señor presidente en automático se vuelve sujeto del escrutinio público, de ahí lo absurdo de quienes la defienden aludiendo al argumento antes señalado.

Seguramente resultará muy polémica esta comparación, pero se torna muy preocupante la pérdida de objetividad, razonamiento lógico, de los defensores de la cuarta transformación, después de todo decía Voltaire: “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”.

Gildardo Ledesma
Twitter: @gledesmaa24


Imagen: Nancy Wong / commons.wikimedia.org

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