Maradona y la construcción de símbolos
diciembre 3, 2020 Desactivado Por La Opinión deEn la última semana, la muerte de Maradona ha copado las páginas de los periódicos y ha llenado horas y horas de televisión. En las redes sociales la actividad también ha sido intensa y casi todo el mundo parece que tiene una opinión formada sobre su persona. Están los que le admiran por sus logros en la cancha y están los que resaltan que, pese a sus victorias deportivas, su vida personal opaca su trayectoria y le convierten en una persona poco admirable.
A mí, más que valorar sus luces o sus sombras –entiendo a las personas como seres complejos y trato de superar las dicotomías simplistas de bueno/malo, aun respetando a quien las adopte–, me interesa su carga simbólica. ¿Por qué era capaz de movilizar a tantas personas, a los que les gustaba el futbol y a los que no, a los seguidores del Boca y del River…? Probablemente por una conjunción de elementos que, al aunarse en la misma persona, generaron la tormenta perfecta.
El primero responde al contexto en el que desarrolló sus dos mayores hazañas: “la mano de Dios” y el “gol del siglo”. En el Mundial de México de 1986, una Argentina que había sido derrotada cuatro años antes en la Guerra de las Malvinas, se enfrentaba en el terreno de juego a la potencia que le había vencido. Y no había sido un conflicto cualquiera. La durísima respuesta británica a la ocupación de Stanley por parte del ejército argentino provocó centenares de bajas. La mayoría de ellos entre jóvenes soldados que recién estaban empezando a vivir.
La derrota supuso un fuerte dolor para el pueblo argentino, a la par que hirió profundamente el orgullo nacional. Y, de repente, la cancha les permitió ganar una guerra que habían perdido en la contienda bélica. En este sentido, Maradona escribió un capítulo en la historia e identidad argentina. No entro en si una victoria deportiva debe ser o no considerada una aportación relevante: lo importante aquí es cómo es percibido por la sociedad y cómo es incorporado al imaginario colectivo. Y, sin lugar a dudas, la victoria frente a los ingleses fue asimilado por gran parte de la sociedad argentina como una especie de redención.
El cómo lo hizo también fue simbólico. Primero, con un gol que era manos clarísimamente, pero que el árbitro no ve; y segundo, con un gol que ha sido considerado el mejor de la historia. Un gol tramposo y un gol increíble. Tal vez un reflejo de las contradicciones de la sociedad argentina: capaz de engañarte –la “viveza criolla”– para lograr un atajo, pero también de hacer lo que otros no consiguen como, por ejemplo, sobrevivir a un estado de crisis e incertidumbre permanente.
Pero, además, es que quien marcó esos dos goles era “uno de ellos”. Era un chico salido de la villa, un niño que creció en un barrio pobre de Buenos Aires y vivía en una casa de dos habitaciones con sus padres y sus siete hermanos. Representaba parte de la cultura popular: su manera de hablar, de actuar… era asimilada por grandes grupos de población como propia. Tal vez si esos dos goles los hubiera marcado un chico salido de Recoleta, su leyenda habría sido distinta.
A esta ecuación hay que añadir algo más: el peronismo. El joven Maradona encajaba perfectamente en ese ideario de justicia social y política para los pobres. El ascenso del pibe de villa Fiorito, su fama y estrellato, era como marcarle un gol a los poderosos. El pobre que se convertía en símbolo y entraba en el Olimpo de los dioses. Además, el propio Maradona remaba por la causa y se manifestaba públicamente como adscrito a la causa.
En este aspecto, también se convierte en un reflejo de las contradicciones argentinas. Y es que si Maradona salió de la villa no fue por el éxito del peronismo, sino a pesar de él. Y es que, más allá del discurso justicialista, el peronismo nunca articuló un verdadero Estado de Bienestar y contribuyó a mantener condiciones de precariedad a través del mantenimiento de redes clientelares. Cuando Maradona salió de la villa no existía un verdadero Estado social que lo sacara de la pobreza, no hubo políticas de movilidad social que favorecieran su ascenso ni contó con recursos para formarse. El camino al ascenso de Maradona estuvo acompañado del capital, de contratos millonarios y grandes empresas. Elogiaba al régimen cubano, pero firmaba contratos con compañías como Hubot, Puma y Coca-Cola.
Estas contradicciones, inherentes a la naturaleza humana, probablemente también cautivaron a muchos de sus seguidores. Había mucho de aspiracional proyectado en la figura de Maradona. Y es que, pese a la defensa de la cultura popular y de la villa, presupongo que en el fondo todos quieren salir de ella y alcanzar un nivel de vida que, en el fondo, sospechan que sólo el capital les puede dar.
Héroe en las canchas, víctima de numerosas adicciones y excesos, y muy cuestionable en su vida personal, la figura de Maradona trasciende la persona para convertirse en símbolo. Símbolo de los claroscuros del éxito, de las contradicciones de las sociedades, de las falacias ideológicas. Tal vez, si ese gol lo hubiera marcado alguien que hubiera crecido en un Estado de Bienestar que hubiera apostado por la igualdad, la educación, la salud preventiva frente al consumo de drogas… la historia del 10 hubiera sido diferente. Nunca lo sabremos.
Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7
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