México y la (falta de) conciencia medioambiental
abril 13, 2021 Desactivado Por La Opinión deUna de las principales riquezas de México es su biodiversidad. Desde los desiertos del norte hasta las selvas tropicales del sur, el país está repleto de una amplia variedad de ecosistemas que lo convierten en un verdadero territorio de contrastes. No obstante, esta riqueza no siempre ha sido capaz de generar una adecuada conciencia medioambiental.
La realidad es que, hoy, gran parte del suelo de ecosistemas naturales se encuentra degradado debido al uso que se ha hecho de él para actividades agropecuarias, turísticas, petroleras, industriales, mineras o, simplemente, para la creación de asentamientos humanos. En el 90% de los casos, el cambio en el uso del suelo se realiza de forma ilegal. El resultado es que, en lo que llevamos de siglo XXI, México ha perdido dos millones y medio de hectáreas de bosque, de las cuáles sólo se ha podido recuperar la cuarta parte. Además, la desertificación afecta a 51 millones de hectáreas del país.
Las razones para explicar esta degradación ambiental son múltiples. Por un lado, el crecimiento económico se ha orientado hacia la dominación y explotación de la naturaleza. El uso de los recursos se ha llevado a cabo de manera poco sustentable, sobreexplotando y contaminando las fuentes naturales, y rebasando la tasa de renovabilidad de bosques, agua y recursos pesqueros. La apuesta por megaproyectos nacionales orientados a la construcción de grandes infraestructuras de energía eléctrica y combustibles fósiles, así como portuarias y aeroportuarias, han supuesto la pérdida de numerosos bienes naturales. Asimismo, la entrada de grandes multinacionales ha erosionado sustantivamente la economía campesina y los mercados regionales, generando una gran dependencia hacia el exterior y haciendo peligrar la autosuficiencia alimentaria.
En segundo lugar, la mayor presión demográfica ha afectado negativamente al uso de los recursos naturales y parece que esta tendencia se va a prolongar en el tiempo. Se calcula que para 2050, la población mexicana crecerá un 20.6%, lo que comprometerá el entorno medioambiental. Como consecuencia de este crecimiento demográfico, el diseño urbano también ha jugado en contra del entorno natural en México. En la actualidad, el 72% de los ciudadanos habitan en zonas urbanas mal planeadas, con grandes problemas de contaminación, manejo inadecuado de los residuos y baja calidad y sustentabilidad de los servicios.
Las consecuencias de este modelo de desarrollo y de planeación urbana ya se han hecho notar. Según datos del Banco Mundial, México es uno de los países más vulnerables al cambio climático. Como primeras evidencias, las tormentas tropicales y huracanes, el incremento del nivel del mar, las mayores sequías, las perdidas de humedales o la intrusión de agua salada en los acuíferos. Los efectos de la degradación del medioambiente afectan, a su vez, a la vida de las personas. Tanto la contaminación como los eventos climáticos provocan pérdidas humanas cada año. Pero hay otro tipo de muertes asociadas al medioambiente: las de los activistas. Según el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, ciudadanos que se han opuesto a obras hidráulicas, hidroeléctricas, mineras o inmobiliarias han sido víctimas de homicidios, agresiones físicas, privación de libertad, desalojo forzoso, allanamiento y robo.
Pese a la urgencia de impulsar políticas medioambientales, el presupuesto dedicado a este tipo de medidas ha sido siempre muy limitado y va en descenso. Si en 2016 la cifra rondaba los 55,000 millones de pesos (2,744 millones de dólares), en 2020 la cantidad se redujo a 29,000 millones de pesos (1,447 millones de dólares). En este 2021, se ha registrado un ligero aumento (31,348 millones de pesos, que equivalen a 1,564 millones de dólares); pero éste sigue siendo insuficiente y es notablemente inferior al presupuesto de hace cinco años. Asimismo, desde el Estado se carece de una estrategia medioambiental para cumplir con las necesidades presentes y futuras en la preservación del entorno natural.
Es urgente, por tanto, atender a los estudios de base científica y tratar de paliar las terribles consecuencias que el deterioro medioambiental puede tener en términos humanos, sociales y económicos. La cuestión ambiental debe entrar en la agenda tanto de las autoridades como de la sociedad civil. Pese a que en los últimos años se han impulsado algunas propuestas legislativas relacionadas con la preservación del medioambiente, en la práctica el compromiso con la causa sigue siendo muy débil. Las medidas adoptadas son ineficientes, incompletas y no se integran dentro de una estrategia integral. La naturaleza ya nos está avisando de las posibles consecuencias de nuestra irresponsabilidad medioambiental. Por tanto, ya es hora de que comencemos a dar respuestas.
Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7
Imagen: Willfried Wende / pixabay.com