El libro, praxis transformadora de la realidad social
abril 25, 2021Con motivo del Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor a celebrarse el 23 de abril de cada año, cabe matizar en algunas reflexiones que evidencien la relevancia de este objeto, que contribuye al cultivo y difusión de la riqueza intelectual y espiritual de las sociedades. Es de destacar que en esa fecha coincidieron los fallecimientos de dos titanes de la literatura universal: Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) y William Shakespeare (1564-1616).
El libro es la memoria histórica de la humanidad y una forma efectiva de resguardar los conocimientos y saberes ante la corrosión del tiempo y el olvido. Sin el libro las sociedades perderían la brújula respecto a las formas de imaginar, fabular, sentir, proyectar, ser y hacer que se expresan y acumulan en sus praxis cotidianas.
Con el libro es posible compendiar las experiencias y observaciones pasadas y presentes para otorgarles una proyección histórica en generaciones futuras que accesarán a sus páginas, y desde ellas nutrir su espíritu y contribuir a la edificación y reconfiguración perpetúa de su civilización y materialidad.
Sea en su formato impreso o digital, el libro está dotado de un potencial semántico que cimbra la mirada y la mente. Nos transforma a medida que interiorizamos su lenguaje y sus símbolos; al tiempo que modifica las condiciones de vida en las que estamos inmersos.
Una oda al libro supone comprender su carácter creador y transformador. Supone asumirlo como un elemento que puede detonar el sentido de comunidad, en medio de la entronización del individualismo hedonista y del social-conformismo. El libro es, pues, un nexo que nos vincula con otras culturas y con diversas formas de vida y de pensamiento. Su contenido no es neutral a medida que el autor tiene como finalidad última transformar la realidad y las formas de concebirla. El libro es, en parte, conocimiento riguroso de la realidad y a su vez es ideología, biografía y sensibilidad.
En principio, el conocimiento es una construcción social; una praxis colectiva, fruto de las interacciones en sociedad. No se crea conocimiento –en cualquiera de sus modalidades– de manera aislada. Se crea conforme los autores se confrontan con la realidad y la alteran al nombrarla y categorizarla. El libro tiene como función atesorar ese conocimiento y dotarlo de validez, a medida que se expone al fragor de la contrastación y la deliberación. Aunque también existen libros –los literarios– que apelan a la incentivación y exaltación de las emociones, tras sensibilizar a sus lectores y llevarlos a múltiples confines en alas de la imaginación y la moraleja.
El libro forma una mancuerna indisoluble con la lectura (https://bit.ly/3aFDqI2). Sin el ejercicio de la lectura, el libro perdería sentido y deambularía perdido por el desierto del olvido y la resignación. De ese ejercicio fructifican nuevos diálogos e hipertextualidades que permiten edificar renovadas ideas, argumentos y concepciones sobre el mundo y la vida. Los conocimientos se recrean, al tiempo que esos diálogos abren cauces para posicionar nuevas facetas observables de la realidad.
La lectura del libro es un proceso imaginativo, multidireccional y creativo. Más que asumir al lector como un ser pasivo, su carácter activo se eslabona a medida que incursiona en ese diálogo con el autor y explora facetas de la realidad anteriormente inimaginables.
Sin el libro el ser humano sería incapaz de trascender y de condensar la memoria histórica que forja referentes de pensamiento y acción. El libro es creación, es proyección, es lucha eterna contra la desmemoria, y es praxis política a medida que contribuye a transformar la realidad y a medida que es fruto de diálogos colectivos que fusionan procesos civilizatorios.
Recurrir al libro no sólo es un mero ornato intelectual que puede aislarnos de la realidad y de su carácter contradictorio y cambiante; es, ante todo, una praxis que nos posiciona en el sendero de la conciencia, donde reconocemos a “el otro” como un “nosotros”. Es, pues, una forma de construir interculturalidad y de acercarnos a lo ajeno y distante.
En suma, acercarnos al libro es una manera más de sensibilizarnos, de descubrir múltiples mundos de la vida y de encarrilarnos por el sendero de la esperanza y la creatividad. Sólo así será posible nutrir la formación de la cultura ciudadana, alejar el colapso civilizatorio y de revertir la crisis de sentido y la desciudadanización.
Isaac Enríquez Pérez
Twitter: @isaacepunam
Investigador de El Colegio Mexiquense
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