Comportamiento autoritario y construcción de narrativas
agosto 13, 2021Al término de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) viene una de las más destacadas olas de la democracia liberal a nivel mundial, pero también trajo consigo una grave crisis que en un análisis comparativo pareciera cíclica o que se está repitiendo.
El auge del fascismo, comunismo desbocado o experimentado en regímenes totalitarios en los 30 o 40 del siglo pasado. Y ahora con líderes enmarcados en un comportamiento autoritario, pareciera que se ha esparcido en Europa, EE.UU. y Latinoamérica por mencionar algunas regiones del mundo.
Este comportamiento o personalidad autoritaria, ¿será acaso como llegó a expresar Theodor Adorno una “homosexualidad reprimida”? o en términos de Arendt provienen de ser individuos solitarios, carentes de atención en el vínculo social, familiar o afectivo, y que tienen en el partido político o afiliación su lugar en el mundo.
O bien vivimos en las formas de desgobierno aristotélicas exacerbadas más allá en una kakistocracia, dónde nos gobiernan los peores perfiles. Pues ya no es una cosa de ideologías de izquierda o derecha, sino un futuro en el que nos gobiernan los peores.
Podríamos pensar que la democracia referencial que es Estados Unidos ha superado la cruda moral-política de ser gobernados por el “douchebag” (idiota) de Trump, pero eso replantea si están teniendo o no un mejor futuro.
Hoy un gran debate es el futuro de la democracia a nivel mundial, si bien no es ni será la mejor forma de gobierno, tampoco como sociedad debemos dejarnos seducir por el autoritarismo o aquellos líderes que piensan que no es necesaria la ciencia o que no es algo sumamente complejo gobernar.
Viene entonces aquí el papel de la construcción de realidades alternativas o narrativas históricas, en el caso de los individuos con personalidad autoritaria basado en cómo estos asumen que sin ellos o su proyecto político la sociedad está al borde del caos, por lo que necesitan construirse enemigos artificiales, un discurso de odio a veces sin proponérselo para encubrir su propia ineptitud.
Por ello debemos replantear si esto ya no es sólo una cuestión de política, sino de salud mental o emocional. Pecando de cierto idealismo, ¿debemos ser gobernados por estúpidos incapaces? ¿qué mueve a la gente a seguir apoyando incondicionalmente a un individuo inestable mental o emocionalmente?
Ese es el gran dilema actual de la democracia…
Gildardo Ledesma
Twitter: @gledesmaa24
Imagen: Henryk Niestrój / pixabay.com