Día 14

Día 14

enero 26, 2022 Desactivado Por La Opinión de

“La solidaridad es hacer tuya la causa del otro”
– María Belón, psicoterapeuta,
Lo que el tsunami me enseñó

Y llegó el día en que el temor de la gran mayoría de los seres humanos que hoy habitamos este planeta se hizo realidad, desde que había comenzado la pandemia: nos contagiamos de coronavirus. En definitiva, la variante ómicron “vendría por todos”, como un tsunami gigantesco, amenazante e imparable, y su impacto no haría la excepción conmigo.

El pasado 13 de enero me levanté con mucho ánimo: recibiría mi dosis de refuerzo contra la COVID-19. Sin embargo, me sentía un poco “raro”, sin sentirme mal en realidad. Tras inocularme, decidí hacerme una prueba ese mismo día por la tarde: el resultado fue positivo. En ese momento, no pude evitar la sorpresa y el miedo. ¿Cómo era posible que me hubiese contagiado si me consideraba una persona cautelosa en general?

La angustia fue menguando poco a poco al pensar que esto pasaría, tarde o temprano, pero, sobre todo, me tranquilizó la idea de que ya me encontraba vacunado y que, desde que comenzó la pandemia, no había dejado de ejercitarme constantemente, como si me hubiese preparado estos dos últimos años para esta situación. Ahora vendría el gran desafío: autovigilarme, aislarme y empezar a contar catorce días desde esta paradójica positividad.

De todas las cosas que sucedieron entre el día 1 y el día 14, sin duda, la más dura fue el aislamiento. Si bien estoy infinitamente agradecido de que las vacunas hicieron su trabajo y que transité la enfermedad con discreta ligereza y una saturación de oxígeno que ameritó una felicitación del médico, comprendí que este padecimiento te entrega por completo a la soledad, sin que puedas hacer nada. Casi todo lo que consideraba disfrutable llegó a fastidiarme: leer, escuchar música, ver películas, escribir, incluso tomar una copa de vino; todo era distinto sin nadie con quien compartirlo.

El aislamiento genera secuelas emocionales profundas, pero a la vez te enseña a empatizar con el otro. En esas horas más duras de soledad –que no le deseo a nadie– volví a mi centro al pensar que había millones y millones de personas en la misma situación, muchas, quizá, que no habían corrido con la misma suerte que yo con respecto a la gravedad de los síntomas ni con el mismo privilegio de las circunstancias: contaba con un espacio independiente para evitar el temor de contagiar a mis seres queridos y a los demás.

Esperé con esa paciencia que tanto detesta mi ansiedad a que pasaran los días, y en ese lapso confirmé quiénes son mis amistades auténticas, quiénes son esas personas que realmente te extienden una mano, aunque sea a la distancia. Siempre será en momentos de oscuridad en las que podrás conocer lo mejor y lo peor del ser humano, y en mi caso personal soy muy afortunado por llevarme lo mejor del otro. Miro las manecillas del reloj de la estancia, no se detienen, tic-tac, sonrío, abro la ventana como un ritual simbólico para despedir a ómicron: al fin llegó el día 14.

Bernardo Ramírez López
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Imagen: Alexandra Koch / pixabay.com 

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