Juicios medievales
octubre 18, 2018Sergio Arellano Ramos
Me gustaría redondear los hechos que fueron una pieza clave en nuestros inicios: formamos parte de una tradición occidental razonada por el pueblo griego y conjugada con la practicidad romana. Más tarde, fuimos conquistados por la curiosidad de España y sus miras de expansión territorial.
Durante la colonización, y en la agonía del medievo, los españoles propagaron la costumbre de la “obligatoriedad” religiosa sobre los asuntos de justicia; claro está que el entorno nublaba la veracidad de los veredictos.
El Tribunal del Santo Oficio contaba con probada evidencia de su severidad, inflexibilidad y, por supuesto, sometido a intereses pecuniarios y políticos del momento. Esta jurisdicción eclesiástica además de asumir la verdad absoluta en nombre de Dios Todopoderoso, decidía sobre la vida o libertad de una persona.
En esta época el derecho adquiría una versatilidad de aportes teológicos a fin de llegar a un posicionamiento en concreto y, por ende, concluían con la resolución de un inquisidor; recordando lo que citan los textos, la inquisición fue una institución temida por muchos, precisamente por el valor de la subjetividad de las altas esferas.
Contadas anécdotas datan de dichos años, ello sin pasar por alto a uno de los exponentes de tan cruentas resoluciones, Tomás de Torquemada, en el reino de Castilla y Aragón; cuyo servicio fue ofrecido en tiempos de Isabel la Católica, conocido por las sentencias de corte inhumano que llegó a atribuir a los señalados por algún ilícito (en ocasiones suposiciones sin sustento).
Como sabrá, estimado lector, al llegar la Independencia nacional, no solo buscábamos desarraigar el dominio de un gobierno extranjero, sino también, desprenderse de su manera de concebir lo jurídicamente correcto a la luz de los sacerdotes. ¿Quién no recuerda la condena emitida contra el cura Hidalgo?
Indudablemente, heredamos rasgos muy precisos, por ejemplo, las constituciones mexicanas promulgadas en favor de la divinidad y la visión de un Estado con creencias; al día de hoy es laico, sin embargo, no puede entenderse sin su pasado polémico en las cortes medievales.