Instagram y el culto a la falsa perfección

Instagram y el culto a la falsa perfección

febrero 12, 2019 Desactivado Por La Opinión de

La grandeza de Instagram es incuestionable, aquella red social fue comprada por Facebook en 2012 por mil millones de dólares; posteriormente incluyó las historias copiando el modelo de Snapchat –que finalmente lo terminó quebrando por tener más éxito–; los mercadólogos de la era millennial hiperconectada la ven como una mina de oro, ya que promocionar productos a través de influencers frente a mil millones de personas es altamente efectivo; qué mejor estrategia de venta que una persona a la que la gente sigue, y consideran más cercana que una empresa, promocione un producto o servicio.

Es domingo por la noche, abro Instagram, una de mis redes sociales favoritas que tiene un noséqué adictivo, empiezo a ver las historias de mis amigos, después me deslizo en el timeline: un atardecer en la playa, alguien abordando un avión a Tailandia, un gin-tonic decorado con romero, un platillo de comida saludable en el lugar de moda, cuerpos tonificados, esculturales, perfectos, un maratón recorrido, personas imponiendo moda… otro atardecer en la playa, alguien más iniciando un viaje, más cuerpos perfectos… ¡Qué buena vida tiene esa gente! ¿Será real?

La respuesta es sí, es real, pero no es una realidad completa. Instagram se basa en un sistema de aprobación social que gira en torno a la imagen de una persona, esa imagen tiene que ser perfecta, envidiable, deseable. No se comparten momentos aburridos y cotidianos de la vida y si lo haces perderás seguidores, tal fue el caso de la influencer Sophie Gray y la modelo Stina Sanders, quienes disminuyeron el número de seguidores por subir fotos “honestas”, sin retoques o en situaciones comunes.

Ahora bien, la Real Sociedad Británica de Salud Pública realizó una investigación con 1,479 británicos, entre los 14 y 24 años de edad, y el resultado fue que Instagram fuera catalogada como la peor red social para la salud mental de los jóvenes; ya que frente a ellos tenían vidas perfectas y al no poder alcanzar ese ideal de estilo de vida, les generaba ansiedad y depresión. La mayoría de los jóvenes participantes reconoció que esta red social era la que más influía en la percepción de su imagen corporal y la que más les quitaba el sueño.

Por otro lado, se encuentra el caso de Lissette Calveiro, quien gastó miles de dólares en ropa, restaurantes y viajes para poder fotografiarlos y subirlos a Instagram, con el deseo de convertirse en una influencer; sin embargo, aquel intento le dejó una deuda de 10 mil dólares, es decir, no solo causa ansiedad para los espectadores, sino también para aquellos que intentan ser partícipes de una vida perfecta.

¿Qué hay de malo en todo esto? Nada, siempre y cuando estemos conscientes que la realidad mostrada no es una verdad absoluta, solo es la cara bonita de la vida. Tal como fue mencionado, en Instagram no se comparten momentos malos ni aburridos de la vida cotidiana, las personas no entran a Instagram para buscar consuelo, sino para alimentar el ego o la autoestima –lo cual no está mal–, siempre que se tenga consciencia de ello y se le dé la importancia justa.

Ximena Jiménez

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