¿Felices, felices, felices?

¿Felices, felices, felices?

agosto 30, 2019 Desactivado Por La Opinión de

En una de sus declaraciones, muy en su peculiar estilo de comedia, el Presidente de la República ha dicho, campechanamente, que el pueblo mexicano, está feliz, feliz, feliz.

¿Somos los mexicanos felices?, o al menos ¿existen las condiciones mínimas para poder decir que lo están? (o que lo estamos, porque distinguido lector, Usted y yo, somos parte de ese conglomerado).

Vamos por partes, ¿qué cosa es “el pueblo”? La mejor y más breve definición es que somos todos los ciudadanos mexicanos. El pueblo es una de las tres partes que conforman al Estado, junto con el gobierno y el territorio, sin alguna de ellas, el Estado no puede existir.

Delimitado el objeto, ¿a qué podemos llamarle “felicidad”, en un concepto cuantificable? Si tomamos en consideración que no hablamos de aspectos puramente emocionales, sino de cuestiones políticas, sociológicas, jurídicas, económicas y de seguridad, considero que para ser felices, tendríamos que cubrir cada uno de esos rubros, y no ir a encuestas o estadísticas simplonas y descontextualizadas, veamos:

Política: la mayoría de los mexicanos que ejercieron su deber cívico de votar el año pasado, sean cuales fueren sus motivos para haber elegido a Morena para la Presidencia de la República, y la mayoría en el Congreso, evidentemente lo hicieron para no votar por las opciones “tradicionales”, es decir, por los institutos políticos que ya habían gobernado, es decir el PAN y el PRI. Hasta este punto, esa mayoría de votantes podría, a nueve meses de distancia, estar “feliz”, porque cumplieron con ese objetivo.

Habría que agregar entonces ciertas variables, porque si el único objetivo al ejercer el voto hubiera sido “quitar” a los otros partidos del poder, la misión estaría cumplida, pero es menester precisar que no ha habido mucho de lo prometido en campaña; no mucho más allá de absurdas venganzas simbólicas contra el régimen anterior, la cancelación de la reforma educativa (que por cierto no tiene contentos de todos modos a los maestros), la cancelación de la construcción del NAICM, que vino aparejada con la suspensión definitiva concedida respecto de continuar con las obras del “aeropuerto alterno” de Santa Lucía, no se ha desmilitarizado al país, no se persigue a los corruptos (a menos que se trate de “corruptos” que en algún momento afectaron los intereses del hoy Presidente), no ha bajado el precio de los combustibles, se han creado nuevos impuestos, se ha inundado a la administración pública federal con amigos, familiares y recomendados con poca o ninguna capacitación para los puestos, en fin, muy pocas razones para estar feliz.

Sociológica: aunque es la fenomenología más compleja de analizar, precisaré que la percepción colectiva que construyó el consenso social que llevó a AMLO al poder, ha cambiado. Hay multitud de decepcionados con Morena, que se consuelan con decir que “al menos sacamos al PRIAN”; el proceso de desgaste social de pérdida de valores continúa, tenemos una polarización igual o mayor que en campaña, montones de grupos que se han revelado al interior de la militancia de Morena, como otrora ocurría en el PRD, la percepción de inseguridad ha aumentado de forma exponencial, la pérdida de confianza en las instituciones ya alcanzó a la recién creada Guardia Nacional; en fin, pocos motivos de felicidad en éste aspecto.

Jurídicas: ¡qué decir de éste amplísimo tema! Y por dónde empezar… El respeto a la CNDH, y su autonomía, están por terminar, como se están terminando los contrapesos al poder del Presidente construidos durante décadas; no existe respeto alguno al Poder Judicial, la FGR se está utilizando, como nunca, como instrumento de represión a la oposición (junto con la Unidad de Inteligencia Financiera); todas las resoluciones desfavorables al régimen (debido a su pobrísima o nula capacidad técnica), son inmediatamente descalificadas, vamos, nada que celebrar.

Económicas: con un constante incremento en ambas deudas, la externa y la interna, sin la existencia de un Plan Nacional de Desarrollo, más allá del panfleto ideológico presentado por el Ejecutivo, sin planes a mediano y largo plazo, sin instrumentos para fomentar la inversión, más allá del discurso de “confíen en nosotros”, con una pésima relación con las instituciones internacionales crediticias, con el valor de los bonos de Pemex por los suelos y la baja constante en las proyecciones de crecimiento y con la drástica disminución en las calificaciones de grado de inversión, solo tenemos malas noticias; esto sumado a que se busca fomentar artificialmente el consumo, y que con ello tendremos una espiral inflacionaria, al más puro estilo de los años 80’s, ¿seremos muy felices?

Seguridad: desatendiendo como nunca a las víctimas, abonando a que la procuración de Justicia sea menos independiente, a que opere como “mano izquierda” de la Presidencia, destruyendo las pocas estructuras de profesionalización que tiene; descalificando al Poder Judicial y copiando, pero en mala copia, la estrategia del sexenio anterior, para el combate al fenómeno criminógeno, con un discurso de no cumplimiento del deber, apostándole a los regaños maternos o a los abrazos para combatir organizaciones que han creado la peor ola de violencia en México, con cifras en homicidios dolosos que duplican los del sexenio de Enrique Peña, con alertas de género por todo el país, con niveles de impunidad nunca antes vistos ¿felices, felices, felices?

No se Usted, dilecto lector, pero yo no me siento feliz, estoy alerta, preocupado, y en algunos momentos en pánico, tanto por el discurso del Presidente, como por las consecuencias de sus ocurrencias, que nos tienen nada, pero nada felices.

Alejandro Arochi

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