Aplausos antidemocráticos
octubre 29, 2019La semana pasada, en este mismo espacio, escribí sobre la fortuna que representa que aún la democracia sea el tipo de régimen político más apoyado alrededor del mundo. Sin embargo, he de reconocer que, lamentablemente, cada vez existen más sospechas de que proliferan individuos que atentan contra ella.
Y no, no me refiero a gobernantes actuales de discurso desafiante que hoy fragmentan naciones, pues en cierta medida, y aunque no estoy de acuerdo, puede ser mínimamente racional que en la actualidad se vote a candidatos populistas, cuya mayor virtud es su capacidad de confrontación; pues, aunque difícilmente se puede pensar que los votos que reciben son prospectivos de un mundo mejor, sí pueden comprenderse como votos de protesta hacia los gobiernos y partidos tradicionales.
Sin embargo, hay algo más inaudito que el apoyo que dan algunos a esas nuevas opciones políticas que generan incertidumbre. Me refiero al apoyo, en forma de aplausos, que ciudadanos del siglo XXI siguen demostrando a regímenes dictatoriales del siglo pasado; regímenes cuyo mayor logro fue la desestimación de los derechos civiles de sus gobernados y quienes –por decir lo menos– se ha comprobado hicieron tanto daño.
El pasado jueves un suceso histórico volvió a enfrentar a nuestros amigos españoles. El cuerpo del dictador Francisco Franco fue extraído de un sitio histórico, patrimonio del pueblo ibérico (El Valle de los Caídos), con la finalidad de que no se hagan en dicho lugar más visitas que enaltezcan la memoria del dictador. Independientemente de si ésta fue una decisión politiquera –o no– por parte del gobierno en funciones, con miras a las elecciones del próximo 10 de noviembre, resulta inaudito ver como decenas de personas se dieron cita al momento de la exhumación, para gritar entre muchas otras cosas: “¡Viva Franco!”
Me resulta complicado comprender cómo es que se puede vanagloriar a alguien que hizo tanto daño; no veo un proceso racional que me permita entender razones por las cuales alguien quisiera gritar efusivamente su nombre posterior a un ¡viva! Aún así, mis amigos me aseguran haber sido testigos, en más de una ocasión, de personas nostálgicas del franquismo.
Es increíble que así sea y, aún más increíble me resulta, que exista quien haga pública su añoranza a un régimen totalitario, asegurando que aquellos fueron tiempos benévolos. Desde un punto de vista personal, lo anterior podría presumirse como reflejo de haber sido parte de un grupo reducido que, durante el régimen, gozó de los beneficios selectivos de la dictadura, manteniéndose alejados de la realidad mayoritaria.
Hay quienes creemos que este tipo de prácticas que enaltecen el nombre y figura de los que atentaron contra la dignidad del ser humano, deben estar prohibidos por ley; tal como pasa en Alemania, donde hasta el hecho de negar la historia del régimen nazi hoy está prohibido.
No obstante, reconozco que no es una cuestión fácil ni en lo normativo ni en lo moral ni en lo filosófico, pues ni siquiera sabemos, como especie, hasta qué punto debe garantizarse la libertad de expresión. ¿Debe haber cabida a ideas explícitamente intolerantes? ¿Debe permitirse la libertad de homenajear públicamente a aquel que atentó contra las mismas libertades?
Yo considero que no, pues ello, si bien puede coartar ciertos derechos, me parece la estrategia más factible para que no se repitan ese tipo de barbaridades. No hagamos complicado para los niños de hoy distinguir entre el buen y el mal uso del poder.
Así pues, termino diciendo que vale la pena recordar que no todos los tiempos pasados fueron precisamente mejores.
* Con el mayor de los respetos al país y al pueblo que me ha estrechado una mano y regalado muchas sonrisas. Entiendo que es un tema sensible con puntos de vista encontrados.