Es de biennacidos ser agradecidos

Es de biennacidos ser agradecidos

diciembre 31, 2019 Desactivado Por La Opinión de

Las abuelas decían: “es de biennacidos ser agradecidos”. Desde hace unos años yo soy más drástico: “puedes ser lo que quieras en la vida, pero jamás un malagradecido: los malagradecidos huelen a mierda”. Creo que las fechas decembrinas, más allá de las religiones, deben ser tiempo para agradecer lo que tenemos y hemos logrado, pero también aquello que se nos ha negado, y replantearnos las razones por las cuáles no ha sido posible.

Se debe ser agradecido no únicamente a nivel individual, pues también tenemos la oportunidad de ser agradecidos a nivel colectivo. Hace poco más de un año asistí a una charla en Casa América, centro cultural de la capital española, enfocado en la realidad del nuevo continente. En dicha charla, el excandidato presidencial José Antonio Meade, en calidad de exministro de Relaciones Exteriores, junto con otros exministros y exministras de la región, enfatizaba en la necesidad de observar que no todo en México, en Latinoamérica y en el mundo va cuesta abajo; que, si bien muchos datos son alarmantes, también es cierto que hoy vivimos mejor que en muchos ayeres.

Más allá de querer argumentar, en estas pocas líneas, si estamos mejor o peor que antes, si todos los tiempos pasados fueron mejores o peores, etc.; quiero también yo señalar que es indiscutible que son miles los elementos y los rubros en los cuales estamos mejor, en muchos de ellos, mucho mejor: a nivel mundial, regional o nacional.

Las tasas de alfabetización a nivel mundial no son ni siquiera comparables en términos longitudinales; la pobreza extrema y enfermedades relacionadas con ella tienen mínimos históricos; hoy, en México, se padece (por más feo que pueda sonar, pero como muchas veces se les conoce en el sector salud) más por enfermedades de ricos que de pobres; los años de escolarización aumentan; mientras que, desde el año 2000, me es inevitable mencionarlo, en nuestro país se vive en un régimen democrático; y a nivel internacional no ha habido una guerra mundial desde hace más de medio siglo.

Señalar lo anterior no es sinónimo de negar que tenemos problemas, grandes y grandísimos; de decir que absolutamente todo está bien; que no hay grupos vulnerables, pues quizá en términos absolutos, debido al aumento poblacional, hoy sean muchos más los que viven en realidades adversas que los que eran hace 20 o 40 años. Sin embargo, sí considero que mantener siempre la atención en la parte negativa, en el pesimismo, en la rutina de exclamar que absolutamente nada sirve, etc., es un riesgo que va justamente en dirección contraria a nuestros objetivos; pues el siempre observar aquello que no hemos logrado, nos prohíbe ver las cosas, ya no digamos de manera optimista, sino simplemente de manera objetiva; nos aísla, pues, de la realidad.

El siempre ir echando culpas, y el añorar el pasado, no permite observar en qué realmente es en lo que hemos fallado, cuáles han sido los puntos débiles de las estrategias; nos restringe la posibilidad de utilizar mejor las nuevas herramientas.

Aunado a lo dicho en aquella ocasión por el doctor Meade, y a lo que por mi parte he expuesto, cito una de las últimas colaboraciones de Kiko Llaneras en el diario El País, especialista en datos, quien, a propósito del inicio del 2020, enlistó una serie de datos formales que permiten ver alegremente hacia el año entrante, entre ellos: la satisfacción de los migrantes, la esperanza de vida, el respeto a los derechos de la comunidad LGBT+, mayores niveles de lectura, etc.

Reitero que no se trata de negar fenómenos como el calentamiento global; problemas de salud como la depresión o la obesidad; la trata de personas; la evidente escasez del agua y demás recursos naturales; menospreciar la aparición de nuevas drogas o el constante conflicto entre palestinos e israelitas; mucho menos el peligroso retorno de la derecha radical y sus valores. Pero, sí se trata de poder ver las cosas en su justa dimensión, en recordar todo aquello que antes no teníamos y hoy tenemos y nos facilita la vida, en recordar las enfermedades de ayer, de las cuales ya no hay casos hoy.

No creo decirlo desde la burbuja de mi comodidad, lo digo desde la perspectiva de un joven que ha tenido la fortuna de contar, sin merecimiento ganado, con educación, salud, vestimenta, techo y placeres de la vida, pero que también ha tenido la inquietud de ver otras realidades, mucho menos afortunadas que la suya. Pero no por ello, voy a negar que en México y en el mundo ha habido avances, no voy a negar que se han vivido grandes periodos de paz, que hoy la gente sabe leer o que la esperanza de un niño al nacer es mucho mayor.

Si continuamos negando, si nos seguimos concentrando en el discurso negativo y pesimista, si seguimos sin enfocar nuestros esfuerzos, si analizamos sin contextualizar, etc., estaremos justamente en la dirección contraria, en el sentido opuesto, esteramos destinados a la derrota, pues todo ello en conjunto es una estrategia exitosa para paralizarnos como sociedad. Las responsabilidades de nuestros actos están en ti y en mí.

Existan o no, dejémonos de exculpar en las teorías conspirativas: que si el club Bilderberg, que si la mafia del poder, la teoría del futbolín, etc.

Ahora, a muy poco de recibir el 2020, cito a ese niño de 6to. de primaria que en el 2003 dijo: “Si perdemos la esperanza, perdemos el alimento de nuestras vidas; dejamos de vivir y empezamos a sobrevivir… perdemos así: la calidad de cada aliento, de cada mañana y de cada flor”.

Abracemos el 2020 sin dejar de luchar.

Isidro O’Shea
Twitter: @isidroshea

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