El posible vicepresidente de facto
noviembre 16, 2021La consulta popular de la revocación del mandato, del próximo año, es la más esperada, ya que se pone a prueba el desempeño calificado en votos del Ejecutivo Federal; y seguramente será más concurrida que el ejercicio democrático anterior de la consulta de enjuiciamiento a expresidentes, que resultó menos participativa de lo esperado. Ahora bien, más allá de la polarización política de aquellos grupos legislativos, por los partidos políticos o la misma sociedad civil, etc., ahora estará en juego la continuidad de uno de los poderes más importantes del Estado mexicano, que no solamente pone a prueba al mismo Ejecutivo, sino al conjunto de instituciones del Estado mexicano.
Mencionamos lo anterior ya que el modelo federal de nuestro país se erigió muy similar al modelo estadounidense, que trajo consigo instaurar la figura del vicepresidente, que por largo tiempo fue el yunque de los mandatarios en turno. Años más tarde, con el inicio del sistema de partido único y al calor del caudillismo posrevolucionario, llevó a la tragedia, que la historia nos recuerda con la eliminación de la figura constitucional del vicepresidente, por el asesinato del presidente Francisco I. Madero y su vicepresidente José María Pino Suarez, orquestado por el usurpador Victoriano Huerta en 1913.
Desde entonces, la concentración del poder en el Ejecutivo fue absoluta y nunca en la historia reciente de nuestro país, desde los asesinatos de Carranza y Obregón, se ha puesto en práctica lo previsto en la Constitución, en caso de la falta temporal o definitiva del Ejecutivo, nombrando a un presidente sustituto, provisional o interino. Es por ello que el modelo estadounidense fue bien pensado y se anticipó a su tiempo, para que se evitase una crisis política y de gobierno en caso de la falta del presidente, pues un vicepresidente mantiene su jerarquía dentro del estatus y/o control político. Pero en México no funcionó.
Ahora bien, si en nuestro modelo actual aún contásemos con dicha figura, sería uno de los mayores contrapesos de poder, manteniendo el poder de manera discrecional y efectiva en caso de la salida del Ejecutivo. Pero actualmente sólo una persona como el presidente de la Republica concentra el poder y liderazgo, lo que, analizando en cabeza fría, si se concretase la salida del presidente López Obrador terminaría en un verdadero caos político.
Al romperse una de las bases antiguas del sistema presidencial mexicano como lo es el inicio, el desarrollo y conclusión del periodo sexenal habitual, debido a la reciente reforma de mandato popular, y en caso de que el sufragio emitido sea mayoría al sí de la salida del presidente o en caso se anunciara formalmente la amenaza de renuncia declarada por el mismo Andrés Manuel López Obrador, la tensión política daría de sí en el Congreso, al nombrar un nuevo presidente sustituto.
Probablemente el nombramiento de un presidente sustituto provocaría una crisis interna dentro del Gobierno, pues aun desempeñándose como un vicepresidente de facto, habría un vacío de liderazgo público y el choque seria mayúsculo entre grupos de poder con miras a la sucesión presidencial, pues el presidente sustituto estaría en medio de esos choques, con las manos prácticamente atadas, al no haber sido votado por las masas y con el poco liderazgo con el que contaría no le permitiría mediar. De igual forma se podrían tomar decisiones precipitadas y equivocas en la modificación, desarrollo y ejecución de la política pública.
Sin embargo, el cálculo político del presidente actual pretende no correr riesgos, en el caso de que la consulta no fuese favorable, ¿será entonces ese el verdadero trasfondo de la llegada de Adán Augusto López a la Secretaría de Gobernación, en caso de que sucediera algo inesperado?… Nos leemos en la próxima.
Alejandro Villafuerte
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