Moralidad y gobierno: ¿dilemas éticos, pragmatismo o realismo?
diciembre 17, 2021Rezaba una de aquellas frases del anecdotario político mexicano lo siguiente: “la moral es un árbol que da moras”, acuñada por el cacique Gonzalo N. Santos, misma que aplica en el desarrollo de la política.
La moral, junto con política, llevan discutiéndose en la filosofía, teoría y ciencia política al menos desde la Antigua Grecia; muchas veces se ven como algo incompatible, si bien es un debate filosófico e incluso cuando se plantean cuestiones como el dilema del prisionero o el de las manos sucias.
El primero es usado especialmente en la economía, pero también la ciencia política lo adoptó para enfoques como el de la elección racional; mientras que el segundo fue planteado para explicar que hay situaciones en política que ponen a prueba los límites de los esquemas morales y las visiones del mundo de los gobernantes.
Dichas decisiones afectan a naciones enteras y en los regímenes democráticos son tomadas en nombre de las mismas personas a las cuales están afectando. La pregunta que se plantea entonces es si los políticos están sometidos, en razón de sus particulares responsabilidades en los partidos o en el gobierno, a unas normas morales diferentes a las de los demás seres humanos, esta surgió de la obra del filósofo francés Jean Paul Sartre, conocida cómo Las manos sucias.
Ahora bien, situándonos en el contexto nacional, hay de todo desde un Obregón que jamás se negó a un cañonazo de 50 mil pesos hasta el “ningún presidente amanece con ganas de –disculpe la expresión– joder a México”, dicho por el expresidente Peña Nieto.
Pareciera que en México son incompatibles los principios morales o éticos con la política, sin temor a equivocarme tanto usted como yo, estimado lector, creemos que los políticos son bastante mentirosos, amorales, corruptos, entre otros adjetivos o descalificativos, que podamos añadirles.
Otra cosa más preocupante es la siguiente: dado el poder que el Ejecutivo está dando al ejército, más allá de una militarización del país, el asunto es con el desgaste que seguro van a tener, qué imagen tendrán para la sociedad en unos años, pues, antes de la llegada de Morena al poder, estaban catalogados como una de las instituciones de mayor confianza por parte de la sociedad.
Sobra decir lo siguiente, ¿qué tanto está dispuesto el presidente a ensuciarse las manos, meterlas al fuego en aras de un bien mayor? O todo seguirá girando en torno a su persona, opositores y quienes pensamos distinto, pero no asumimos que nuestras ideas sean un dogma a diferencia de ellos.
Gildardo Ledesma
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