Las crónicas de Narnia, 120 años del nacimiento de su autor

Las crónicas de Narnia, 120 años del nacimiento de su autor

diciembre 9, 2018 Desactivado Por La Opinión de

El 29 de noviembre fue el aniversario número 120 de C. S. Lewis. A pesar de que su obra de ficción no es muy grande, y más bien alegórica, en sus muy famosas Crónicas de Narnia hace referencia a dos temas sobre los que me gustaría reflexionar; el primero de ellos es la convivencia en la diversidad y el segundo tiene que ver con el contenido del bien común.

Narnia es un país habitado por todo tipo de seres, en el que se propone una sociedad que respeta y promueve a cada uno de ellos desde lo que son y en donde se reconoce el valor y la aportación importantísima que pueden hacer a la construcción del bien común. No hay un trabajo menor ni un estereotipo de perfección. Dado que las naturalezas de los habitantes son de antemano diversas, cada uno entiende su propia perfección de una manera también diversa; sin embargo, sí hay una comprensión de una buena vida en comunidad.

En algunas de las crónicas, el bienestar de la comunidad se ve amenazado por el totalitarismo, por la presunción de una de las criaturas de Narnia de imponer su propia agenda, a costa de la libertad de todos los demás; esto es particularmente claro en El león, la bruja y el ropero. Frente a un poder autoritario, y además total, la batalla se gana con una serie de ingredientes que incluyen, en gran medida, la cosmovisión del propio autor y, dentro de ella, el estar dispuesto a dar la vida por lo que vale la pena, es decir, el compromiso con el bien común, entendido como el bien de cada una de las criaturas de Narnia. Para algunos significa la muerte, para otros, renunciar al poder –estoy pensando en Edmund– y para todos, estar dispuestos a perderlo todo.

La segunda reflexión está relacionada con el contenido del bien común. La cosmovisión del autor proviene de una concepción occidental judeocristiana del mundo; en El león, la bruja y el ropero, Aslan es un personaje central para comprender la victoria frente a la Bruja Blanca. En cambio, en El caballo y su niño y en La última batalla, Lewis hace una distinción entre Aslan y Tash. En ambos casos el tratamiento del autor hacia esos personajes es el de deidades; sin embargo, el primero está inspirado en el Dios de occidente, mientas que Tash está inspirado en el de medio oriente. Y Lewis parece querer decir que las consecuencias son significativas.

Calormen, el país gobernado por los descendientes de Tash, es un país marcado por la violencia, en el que la injusticia está institucionalizada y en el que la ley del más fuerte es la que rige. Eso implica que no hay protección a los vulnerables: los animales (que hay que recordar que tienen características de personas) son esclavizados, las mujeres no tienen derechos y la sociedad está marcada por una profunda desigualdad. No es de extrañar que en la versión de Lewis del apocalipsis de Narnia, relatada en La última batalla, Tash devore a los calormenes, mientras que Aslan premia a los narnianos.

No cabe duda de que Las crónicas de Narnia pueden también leerse como un par utopía-distopía. La utopía es de Occidente, donde Lewis propone su visión de una sociedad redimida, en la que algunos valores se vuelven centrales; por su parte, la distopía es de oriente, en la que los problemas son acrecentados y llevados hasta sus últimas consecuencias, proponiendo una sociedad en la que el respeto a los derechos humanos, y a la centralidad de la persona, independientemente de su género, condiciones sociales y capacidades, es imposible.

Luzma González

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