Canción de Navidad
diciembre 23, 2018A pesar de que la idea es comentar obras de ficción del siglo XX, en esta ocasión, por la coincidencia de fechas, voy a hacer una excepción de 57 años, y referirme a un clásico de la temporada: Canción de Navidad (A Christmas Carol) de Charles Dickens. Y ¿qué hay de político en un libro titulado en mexicano “villancico”?, ¿es acaso otra licencia? Aunque parezca sorprendente, incluso en este cuento, podemos encontrar claras hipótesis políticas y sociales.
El Señor Scrooge, el protagonista de la tan famosa obra de Dickens era una persona avara hasta el extremo. La historia se desarrolla cuando en un 24 de diciembre se le aparece el fantasma de su socio recientemente fallecido, para advertirle que irían a visitarlo los fantasmas de las navidades presentes, pasadas y futuras. Así, Scrooge se verá envuelto en un viaje que terminará por transformar su vida; sin embargo, la historia no depende sólo de la fantasía.
Al principio de la obra, le piden a Scrooge que dé un donativo para los pobres y necesitados; él responde que hace suficiente con apoyar al sostenimiento de las cárceles y los asilos del gobierno y concluye así: “no es asunto mío […] A un hombre le basta con dedicarse a sus propios asuntos sin interferir en los de los demás. Los míos me tienen a mí continuamente ocupado. ¡Buenas tardes, caballeros!”
La crítica propuesta por Dickens en este punto no es sólo a la avaricia, sino a una concepción individualista del bien común, por un lado, y por el contexto se puede inferir que el tipo de gobierno en el que las personas como Scrooge se desenvuelven y confían, es liberal y minimalista. Ante el problema de la pobreza y la desigualdad, esos gobiernos encarcelan y si acaso, crean instituciones de cuidados para los más necesitados, en condiciones tan terribles que algunos prefieren morir antes que acudir a ellas. Scrooge propone con toda seguridad que “si preferirían morirse, que lo hagan; es lo mejor”.
Dickens responde sobre este punto a su personaje a través del fantasma del presente. El género humano tiene dos hijos, un niño y una niña, llamados ignorancia y necesidad. El fantasma le advierte a Scrooge que debe cuidarse de ellos, pero especialmente del niño, pues tiene grabada la palabra doom en su frente. “¿No tienen refugio ni salvación?”, pregunta un Scrooge sacudido después de haber sido visitado por dos de los tres fantasmas. El fantasma sólo le regresa sus propias palabras. ¿Son las cárceles y los asilos la respuesta a la pobreza? ¿Son los gobiernos los responsables de atender a quienes sufren infortunios?
Pero entonces, la pregunta que Dickens insinúa, pero que no parece terminar de plantear, es: ¿qué hacemos con los Scrooges de nuestras comunidades?, ¿tienen ellos vuelta atrás? Y la respuesta parece más fantástica que el resto de la historia –incluyendo fantasmas y viajes en el tiempo–. Todas las personas a las que Scrooge había maltratado durante muchos años aceptan de buena gana su cambio de corazón, que tuvo lugar en una sola noche, y lo aceptan como parte de su comunidad. Le dan la oportunidad de ser un nuevo Scrooge. Confían en él y permiten que exista el final feliz que todos conocemos. Si esos vecinos, esos empleados, esos conciudadanos no hubieran estado dispuestos a volver a confiar en él, a perdonarlo, la historia no sería de Navidad.
¡Muy feliz Navidad!