Té y jazz: una historia sobre consentimiento

Té y jazz: una historia sobre consentimiento

enero 1, 2019 Desactivado Por La Opinión de

Sorpresivamente, apenas se inicia la era donde el pensar colectivo va poco a poco más haciéndose a la idea de que las personas no son objetos para pertenecerse, cuerpos en los que se puede mandar, entes que existen sólo para la satisfacción personal, que cuando existen otras personas jugando en el mismo juego, nuestra voluntad no es la única a considerar.

Empezamos a hablar del consentimiento en relaciones romántico-personales-sexuales simétricas (y no asimétricas donde existe necesariamente roles pasivo-activo impuestos), cabe aclarar que mediante la importancia del consentimiento no se busca imponer un ideal de comportamiento moral, sino proteger a las personas de abusos. Es común que en una relación sentimental se dé por hecho la existencia de un “débito carnal” tácito y continuo, sin embargo, bajo esta errónea idea se llevan a cabo numerosas violaciones sexuales, debido a que el deseo de una persona para tener relaciones sexuales puede ser diferente día con día.

Vamos por partes, primero las personas deben cerciorarse de la simple existencia del consentimiento. Un ejemplo gráfico de cuándo hay y no hay consentimiento podemos verlo en el famoso video de la taza de té, que en resumen señala que al ofrecer té:

  • Primero debes cerciorarte, tácitamente, si la otra persona quiere una taza de té; si la persona está insegura sobre si quiere o no, puedes prepararla pero es decisión de la otra persona tomárselo o no, y tú bajo ninguna circunstancia debes obligarle a tomárselo, a pesar de que ya lo hayas preparado.
  • Si la otra persona dice que no quiere té o, si bien, sí quiere pero al traerle el té cambia de opinión, no puedes obligarle a tomarse la taza de té, tampoco puedes enojarte porque no quiso.
  • Si una persona consciente te dice que quiere té, pero al momento de traérselo se encuentra inconsciente, no puedes darle el té mientras esté inconsciente aunque lo haya querido anteriormente.
  • Por una vez que la persona haya manifestado que quería té, no significa que los días próximos lo quiera de la misma forma.
  • Si una persona está alcoholizada o drogada, no se encuentra en libertad ni facultades idóneas para saber si quiere o no tomar el té, aunque se muestre dudosa y hasta cierto grado lo “consienta”; lo mejor sería esperar a que esa persona esté en sus cinco sentidos y cerciorarte si en verdad quiere o no el té.

En segundo lugar, una vez obtenido el consentimiento, éste debe ser actualizado de forma constante. Eres un saxofonista en una banda de jazz y como en todo buen jazz tienen que improvisar; constantemente necesitas escuchar al baterista para saber qué tempo es el que marca; es fundamental estar al pendiente de las notas con las que juega el contrabajo; tienes que saber en qué momentos el piano entrará en acompañamiento o en un solo.

En una banda de jazz, al improvisar, no existe nada escrito, ni una partitura que los guíe ni ensayos exhaustivos, los miembros necesitan actuar como un equipo, en conjunto, como un solo ente y no como instrumentistas separados. Cada instrumentista necesita responder espontáneamente a la contribución del otro y deben tener un alto grado de capacidad de respuesta mutua, que se organiza en el bucle de retroalimentación constante. Bueno, las personas implicadas en una relación sexual-amorosa-sentimiental tienen diferentes papeles en la improvisación, pero actúan como uno en la capacidad de respuesta mutua espontánea, hay que estar pendientes a lo que la otra persona comunica, verbal o físicamente, para poder avanzar.

En suma, considero que primero debemos asegurarnos sobre si existe el consentimiento debido (como en los ejemplos de la taza de té), y segundo debemos de actualizar o refrendar constantemente ese consentimiento, como si fuésemos un grupo de jazz improvisando, cerciorándonos palabra con palabra, mirada con mirada, movimiento con movimiento, expresión con expresión; si ese consentimiento sigue vigente, y en caso de que no sea así, parar, sin enojos ni explicaciones ni violencias ni chantanjes.

Ximena Jiménez

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