Que todo cambie, para que todo siga igual
febrero 4, 2019El gran éxito de la trilogía The hunger games (tanto las novelas como las películas) ha provocado una oleada de distopías en los últimos años, de las que ya habrá tiempo de hablar después. Hoy quiero concentrar la atención en la tercera parte, Mockingjay[1].
Para hacer un breve recuento, la historia está situada en Panam, un país que tiene un Capitolio que funciona como centro del poder económico y político y doce distritos especializados, que recuerdan a las colonias inglesas. La protagonista, Katniss Everdeen, es seleccionada para participar en un reality show –del que toma su nombre la trilogía–, que es un juego a muerte entre representantes de cada uno de los distritos. Katniss desafía el resultado al renunciar a su propia victoria a menos de que sobreviva también el coprotagonista, Peeta Mellark. Una vez concluida la dramática historia que a algunos recuerda a Romeo y Julieta[2], el Presidente Snow obliga de nueva cuenta a participar en The hunger games a Katniss y a Peeta. Esta vez empiezan una rebelión. Hacia el final de la obra, después de épicas batallas y resistencias Katniss se enfrenta a un dilema sobre el poder, que es por sí mismo una propuesta de la autora, Suzanne Collins.
El dilema es el siguiente: la rebelión ganó y tiene en sus manos al expresidente, quien espera pacientemente a ser ejecutado; sin embargo, la estrategia con la que se ganó tuvo dos problemas a los ojos de Katniss. El primero es que se decidió masacrar a un grupo de ciudadanos (a favor y en contra de la rebelión), para incriminar a Snow de manera que perdiera a cuantos aliados aún tenía. El segundo fue que la líder de la rebelión –ahora presidenta–, Coin, tenía una estrategia de gobierno que no se diferenciaba en lo absoluto de la de Snow. Había cambiado todo, para dejarlo todo igual.
La historia tiene un desenlace dramático, acentuado por una redacción en primera persona, que logra transmitir el desequilibrio y la profunda desesperanza que sucede a la tragedia vivida desde muy cerca del poder y la guerra. Pero aun así, Katniss decide que Coin, o bien ha traicionado todos los ideales de la rebelión, o nunca los tuvo para empezar, y evita su permanencia en el poder.
¿Dónde está la propuesta de la autora? En que las rebeliones, los cambios de poder y las promesas de que todo va a mejorar, a través de un liderazgo diferente, rara vez logran eso. Collins nos permite ver con toda claridad los peligros de proponer el cambio como resultado (y no como proceso). Tanto por el riesgo de traicionar los principios que llevan a la rebelión, como porque la rebelión sea sólo una excusa para que la ambición de poder pueda ser concretada. Claro que hay cambios, pero sólo para los líderes. Ahora son ellos los que se benefician (si ganaron) o los que mueren (si perdieron). Pero los rebeldes, los que apoyaron a lo lejos y permitieron que fuera posible el cambio, tienen que enterrar a sus muertos, para luego empezar a pagar los platos rotos que dejó la guerra.
Una última reflexión. En el epílogo se abre la puerta a una posibilidad de verdadera recuperación, cuando alguien que no quería se queda con el poder político y alguien que prefería morir o estar solo, se encuentra con el amor. En el fondo, Collins no puede dejar un mundo destruido; y ese último capítulo parece gritar que no perdamos nunca la esperanza, que la guerra causa heridas que siempre estarán presentes, pero que aún con eso se puede alcanzar la felicidad y, de la mano de ella, el desarrollo equitativo y justo.
[1] Traducido al español como Sinsajo, pues en inglés, aunque es un nombre ficticio, hace referencia a un pájaro que imita voces (mockingbird). En español se creó la palabra Sinsajo, que es cercana a Cenzontle del que se dice que tiene 400 voces.
[2] Aunque después parece señalarse que Katniss estaba simplemente actuando para sobrevivir, sin matar, hacia el final de la trilogía el argumento pierde peso y más bien deja espacio para la reflexión.