Créditos: no nos importa que no te importe
febrero 6, 2019 Desactivado Por La Opinión deLa semana pasada, Pemex, la joya de la corona mexicana, sufrió un importante revés: la firma calificadora Fitch redujo su calificación crediticia a BBB-, con perspectiva negativa, poniendo la deuda de la paraestatal al borde del grado especulativo. Esto puede parecer chino, pero no lo es. Simplificado, la deuda internacional se divide en tres niveles o grados: de inversión, de especulación y basura. A mejor nivel, menor riesgo y, por lo tanto, menos intereses.
Dicho de otra manera, al bajar la calificación crediticia de Pemex, cualquier crédito al que la paraestatal quiera acceder tendrá un mayor costo financiero. A partir de la semana pasada, las deudas que contraiga Pemex nos saldrán más caras; y eso a todos, porque México como país es responsable solidario de todas las deudas que contraiga Pemex.
¿A qué se debe la movida de Fitch? Razones sobran: la nueva estrategia de distribución de combustibles reduce la rentabilidad; el ejecutivo está activamente buscando aumentar su influencia en la toma de decisiones de Pemex; la falta de perfiles administrativos o técnicos en la administración llevará a una politización de decisiones, favoreciendo la lógica política sobre la de negocios; no está clara la forma en la que Pemex logrará aumentar la producción de petróleo; no está claro que la nueva refinería en Dos Bocas sea financieramente viable; Pemex tiene menos opciones de asociación sin las rondas de bloques petroleros, entre otros.
Sin embargo, lo verdaderamente preocupante no es el hecho de que Pemex deje de ser tan buen negocio… ni siquiera que la deuda nos vaya a salir más cara… sino la actitud que ha adoptado el Gobierno de México frente al anuncio. En vez de reflexionar sobre las razones detrás del deterioro y pensar en una estrategia para mejorar la rentabilidad de Pemex como empresa, eligieron el camino del lugar común, de la falacia, de la acusación ambigua y de la excusa.
AMLO tachó a Fitch de “hipócrita” por bajar la calificación crediticia de Pemex, acusándolos de “cómplices” (¿de quién?) por haber permitido “el saqueo”; además, mencionó que Pemex está mejor que nunca (según él) y que para los inversionistas “con ética” el tema de las calificaciones es irrelevante. Por otra parte, Rocío Nahle, nuestra flamante Secretaria de Energía, mencionó que el Gobierno de México “no confía en las calificadoras”.
Si bien es cierto que las calificadoras no son infalibles y que sus calificaciones no son el único criterio para determinar el riesgo de un instrumento crediticio, las declaraciones de AMLO y Nahle exhiben ya sea una malicia preocupante o una ignorancia imperdonable. Las calificadoras no invierten, tampoco cobran sobre deudas contraídas; acusarlas de “saquear” a Pemex es simplemente estúpido… especialmente cuando los únicos que han saqueado a Pemex son los huachicoleros y los gobiernos mexicanos.
Por otra parte, la “ética” no es un criterio usado por los inversionistas para tomar decisiones de negocios. La rentabilidad y el riesgo sí lo son. Los inversionistas extranjeros, que no están dogmatizados por la 4T, no van a invertir en proyectos de dudosa viabilidad financiera simplemente porque AMLO está convencido de que son la solución a los problemas del país. Ellos van a requerir datos y estudios técnicos o, en su defecto, altas tasas de interés. Lamentablemente, para la Secretaria Nahle, los inversionistas sí confían en las calificadoras, independientemente de la confianza que ella o su jefe les tengan.
Y lo peor, que ni AMLO ni Nahle mencionaron, es que cualquier deuda contraída por Pemex bajo esa calificación, afectará las finanzas públicas por mucho más tiempo del que ellos estarán al frente de este país… incluso más tiempo del que –probablemente, aunque sin malicia— les queda de vida.