Real oposición
abril 15, 2019Hace poco asistí a un evento organizado por un grupo de jóvenes con interés en la participación ciudadana, al cual acudía como invitado un Senador de los más jóvenes de la actual legislatura. En el intercambio de ideas, propiciado por la dinámica del programa, escuché decir de este Senador que “no le gustaba la palabra oposición”, su afirmación se basaba en que oposición suena a bloquear por cualquier método que algo avanzara, concluyó diciendo que prefería la palabra “contrapesos”, para definir el trabajo que en la legislatura tienen los partidos minoritarios. Algo en el fondo no me hacía sentido.
De entrada, y sin mayor análisis, la afirmación hecha por el legislador parecería plausible, pues oponerse suena en primera imagen a obstruir el camino, sin embargo, en el ámbito político, y de manera concreta en el sistema de partidos, el ejercicio de la oposición conlleva una conducta que requiere perspicacia y destreza, estudiar con mayor dedicación las propuestas del gobierno, analizando opciones para calificar su viabilidad, o no, así como la proposición de rutas alternas que conduzcan al fin deseado.
Tomando en consideración que quien habla con tal simpleza es un servidor público joven, tal concepto no debería tomarse a la ligera. Hoy día nos encontramos en un momento en el que la transición política democrática se ha logrado, en un país cuya población ha demostrado de manera indubitable síntomas de hartazgo y decepción, resultado de un devenir partidista que no ha cumplido con las expectativas de la ciudadanía, el cual me permito obviar pues su análisis requeriría más de una entrega.
De este modo, partidos que han sido gobierno, luego oposición, y la oposición más apabullante de los últimos sexenios es ahora el gobierno, intercambiando papeles. Así las cosas, parte de la sintomatología descrita proviene de actos realizados por quienes hoy son la oposición, como fruto de fallidos intentos por lograr la gobernanza.
De ahí, que ser oposición no debería ser, en política, un sinónimo de obstrucción deliberada e irracional. La teleología de los partidos políticos es ser gobierno, ya sea en el Ejecutivo o mayoría en el Legislativo, de otro modo no tendrían razón de ser. Para ello existe toda una serie de documentos básicos en los que se plasma su ideario y del cual derivan las posiciones que frente a casos concretos asumen, por ejemplo: la interrupción legal del embarazo, el matrimonio igualitario, la regulación del uso de armas, por mencionar algunos de los más controvertidos; es decir, un programa de gobierno capaz de responder a todos estos planteamientos.
La situación no es muy distinta al ser oposición, pues dada la naturaleza de los partidos políticos, ser oposición debería ser sinónimo de esgrimir argumentos que motiven la reflexión colectiva y encaminen la discusión hacia puntos que permitan un debate enriquecido, capaz de generar opciones para encontrar mejores maneras de atención a tópicos concretos, un debate que sea capaz de identificar no solo los “qué” sino los “cómo”.
Es triste, pero no por ello justificable, que la conceptualización sostenida por el legislador en comento sea considerar que un contrapeso es más cercano a la dimensión racional, con que debe ejercerse la labor legislativa, que una oposición, por la deficiente forma de ejercerla a que nos hemos acostumbrado; sin embargo, mientras un contrapeso resulta un mecanismo de reacción externa, la oposición juega en igualdad de oportunidades al seno de la legislatura o en una campaña electoral, por ejemplo.
Tal ligereza y desconocimiento representa una actitud común entre la clase política, y no menor, entre las juventudes, la cual debe ser difuminada para dar paso a una oposición que asuma con compromiso y responsabilidad dicho papel, que enriquece la discusión y mejora, sin duda, la toma de decisiones; y obliga, además, al gobierno a actuar con mayor dedicación, derivando en un servicio público de mayor calidad.
El problema en México es que, actualmente, ni como gobierno ni como oposición, los partidos han sabido asumir profesionalmente su vocación política, por lo que no han sido capaces de elevar el servicio público. Valga pues la reflexión para desempeñar desde nuestra ideología una labor capaz de responder a las exigencias de los tiempos actuales y que no perpetúen el estancamiento del servicio público, por gobiernos y oposiciones reales.