Despolarización de género
agosto 21, 2019La gravísima situación sobre violencia de género ha sacudido a todo México, tras las manifestaciones feministas del pasado viernes 16 de agosto. Si bien inquieta la radicalización de posturas en ambos lados del espectro de esta complejísima problemática, por lo menos se puede reconocer que, muy lejos de la indiferencia gubernamental y social, que suele seguir a este tipo de manifestaciones, el tema ha quedado en boca de todos. No obstante, en este sentido, preocupa el ángulo que algunos medios de comunicación en México le dieron a la nota.
Diversos medios nacionales le otorgaron más peso al vandalismo, generado a raíz de la protesta, que el propósito que dio origen a ésta: combatir y erradicar el sinnúmero de violaciones y feminicidios que se producen todos los días en nuestra geografía. Hay un error colosal en toda esta malograda labor periodística: una vez más se comparan situaciones que no pueden ser equiparadas entre sí, porque concluyen, de manera precipitada, quién debe ganar (o perder) en esta batalla. Esto, lejos de contribuir al diálogo, polariza aún más.
Un monumento con grafiti no puede ser analizado ni comparado desde las aplastantes y macabras cifras de delitos cometidos en contra de las mujeres: de acuerdo con cifras del Inegi, 66 de cada 100 mexicanas han sido víctimas de algún tipo de violencia, y en lo que va de 2019 se han cometido más de 1,800 feminicidios dolosos contra mujeres, lo que coloca a México en el vergonzoso primer lugar de América Latina con respecto a este delito.
Ahora bien, ¿es aceptable la idea de que patrimonios históricos y bienes públicos sean vandalizados? En absoluto, no son actos que, en esencia, puedan ser avalados, al menos no por el columnista que escribe este texto. Desafortunadamente, ante el silencio que mata, la apatía, y la ineptitud del Gobierno, así como de mujeres y hombres que insisten en solapar sistemas jerárquicos, que colocan en una peligrosa situación de vulnerabilidad a las primeras, la voz y la palabra han resultado insuficientes para exigir justicia: el resultado ha quedado plasmado en piedra.
Lo ocurrido ha prendido las antenas de aquellos dormidos en la indiferencia. El nivel de podredumbre en que se encuentra inmersa la sociedad mexicana es altísimo y, por lo tanto, muy mal se haría en exacerbar la polarización de género a partir de lo ocurrido; por el contrario, debemos apostar por la despolarización: hoy, más que nunca, mujeres y hombres deben sumarse al cuestionamiento y debate de cómo debe entenderse la masculinidad y la feminidad. En la medida en que podamos comprender que las diferencias entre personas no son una amenaza, sino una fortaleza para crecer y complementarnos como seres humanos, habremos dado un paso muy positivo como país.
Al final, el objetivo a vencer en toda esta espiral de violencia, discrepancias y entorno de discordia no es el género masculino per se. Bien lo estableció la escritora Justine Musk: “el enemigo del feminismo no son los hombres: es el patriarcado, y el patriarcado no los representa a todos. Hay mujeres que son tan responsables de apoyar un sistema patriarcal como aquellos hombres que optan por luchar por la igualdad de género”.
Bernardo Ramírez López
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- Agradezco a Reyna Gómora por su contribución en la elaboración de esta columna.