¿Es la 4T un cambio de régimen?
septiembre 13, 2019El circo: durante la larguísima campaña de Andrés Manuel López Obrador, la constante en su discurso, que fue abrazando distintos matices en cada ocasión, tuvo una constante: era necesario cambiar al sistema “neoliberal”, para resolver todos los problemas de México.
La maroma: a nueve meses de su gestión, se ha presentado el primer Proyecto de Presupuesto de Egresos que no solamente es un ejercicio puro de mercantilismo estatal (o “neoliberalismo”), sino que en las partes sustanciales es un intento por subirse a la inercia de los programas peñistas, por ejemplo, en materia energética.
La política: en el mensaje a la Nación del Presidente con motivo de la remisión al Congreso del primer informe de gobierno de su gestión, afirmó que: “Con lo conseguido en apenas nueve meses bastaría para demostrar que no estamos viviendo un mero cambio de gobierno, sino un cambio de régimen…” De acuerdo con esa construcción simplista y, a todas luces, electorera, estamos de facto en los albores de una nueva República y de una nueva Constitución.
Es verdad que el término “cambio de régimen” puede ser amplio e incluso ambiguo, pero hablamos de principios fundamentales que están insertos en la Constitución: libertades y derechos de las personas, instituciones y principios de dirección del Estado.
Un cambio de régimen puede producirse, de acuerdo a la doctrina, de tres maneras: 1) las armas, mediante un levantamiento social, 2) por un golpe de estado o 3) a través de los pactos políticos (como ocurrió con el carrancismo, que precisamente gestó nuestra Constitución actual).
Pese a que ciertas reformas, como la creación de la Guardia Nacional o el tema de la extinción de dominio, pueden considerarse desde ciertas perspectivas como violatorias de los derechos fundamentales de los ciudadanos, esto no es necesariamente distinto a lo que se ha hecho en la materia y, desde luego, no representa un “cambio de régimen”.
El cambio de estilo de comunicación del Presidente, respecto de sus antecesores, los temas que considera prioritarios, las consecuencias del discurso de construcción de la corrupción como el enemigo responsable de todo, no ha roto los paradigmas del Estado Mexicano; no hay certidumbre en ninguno de los tres poderes, no se están combatiendo los problemas torales que aquejan a la ciudadanía, vaya, es tan simple como recordar que la mayoría de los mexicanos que votaron por López Obrador no lo hicieron por la promesa de llevarnos a un sistema político distinto, sino por la –hasta ahora incumplida– de ejercer el poder de una manera diferente.
¡Felicidades a La Opinión de! Que vengan muchos aniversarios más.
Miguel Alejandro Arochi Jaimes