Morena, un partido “víctima”
septiembre 26, 2019“Para tener autoridad política se necesita tener autoridad moral”, ha declarado una y otra vez Andrés Manuel López Obrador, siempre con la intención de reiterar que, cualquier otra corriente de pensamiento, ideología o plataforma distintas a la suya son, en automático, dignas de desdén y desprecio. De ahí la falacia de que Morena y todo lo que representa es, hoy por hoy, infaliblemente superior en la moral, la ética y la vida pública de México, en general.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando el idealismo morenista impacta de frente con la realidad? ¿Qué ocurre cuando, ante la intención del Gobierno actual por pacificar al país, los cadáveres de mexicanos asesinados a manos del crimen se siguen apilando? ¿Qué sucede cuando, frente a la promesa de trabajo y bienestar, el crecimiento económico asesta con un cero por ciento? ¿Qué pasa cuando mientras millones aún celebran tener una administración “de izquierda” hay dobles discursos que impulsan a grupos religiosos con poder al tiempo que, aparentemente, se quieren resolver las demandas de grupos minoritarios de la diversidad sexual?
Hasta ahora, la apuesta de Morena en el poder ha sido una gestión caracterizada por la victimización permanente, que parte desde el propio Presidente (quien, de manera más evidente, se victimizó en la contienda presidencial de 2006). Para que la presunta superioridad moral del proyecto morenista no sea arrebatada se apela al desastroso desempeño en sexenios pasados, se echa mano de una profundización del resentimiento social, donde hay buenos y malos, donde hay “pueblo” y “mafia del poder”, pero sobre todo, se recurre a la supresión del compromiso que debería asumir cada uno de quienes integran este proyecto.
Así como una persona que se considera a sí misma víctima se despoja de cualquier vestigio de culpa y responsabilidad, el Presidente, Morena y sus líderes actúan de la misma manera: con tan solo inspirar una pequeña dosis de compasión logra, hasta hoy, una manera efectiva de mantener su pujante y popular capital político. No obstante, ¿qué ocurrirá cuando aquellos mismos que votaron por esta alternativa en 2018 se vean alcanzados directamente por la inseguridad pública, por la falta de oportunidades, por una mala calidad educativa o por, simple y llanamente, unos bolsillos vacíos? A López Obrador le ha funcionado muy bien hasta ahora esta estrategia, pero de continuar con una gestión con pocos resultados tangibles y positivos, tarde o temprano colisionará con un juez incorruptible al que ya no podrá sobornar: el tiempo.
Bernardo Ramírez López
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