Y cuando el morenosaurio despertó… el narco seguía ahí
octubre 25, 2019Apenas la semana pasada, que se daban a conocer las lamentables cifras de muertos en tan sólo los primeros seis meses del 2019, suceden los lamentables hechos de Culiacán.
El aparentemente diezmado Cártel de Sinaloa hizo una demostración de su poder, ante un fallido operativo que dio como resultado la captura y posterior liberación de Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera. Lo que desató una oleada de comentarios, en la comentocracia de las redes sociales, aunado a las cuestionables declaraciones del Presidente López Obrador.
Si bien, no se descarta que es un problema que se ha acarreado desde administraciones pasadas, es muy lamentable la tibieza, además del cinismo, del Ejecutivo federal, de minimizar los hechos, el vapuleo mediático que se le ha hecho es equiparable al de la administración pasada. Mientras Peña Nieto andaba en China, jamás se hizo presente ante los hechos de Ayotzinapa, así como Obrador hizo lo propio optando por irse a Oaxaca, pese a que bien podía cambiar su agenda.
No minimizando la loable intención de evitar masacres, pero resulta irónico e incluso contrastante afirmar que se liberó a un criminal, para cubrir la ineficacia de las políticas públicas de seguridad y combate al crimen organizado, cuando la misma semana se da a conocer que van cerca de 15 mil muertos. Y aunque no se trata de competir en que sexenio hubo más escalada de asesinatos, violencia e inseguridad, la realidad es evidente en que el gobierno federal ha evidenciado su ineptitud, ineficacia, ante este problema.
Buscar la paz no implica dejar en entredicho la autoridad del Estado, mucho menos su capacidad de ejercer el monopolio legítimo de la violencia; lo contrario quién amenaza la paz, la estabilidad del mismo, debe ser combatido por las instituciones, de otro modo se vulnera la legalidad, así como la legitimidad de su actuar.
Hablar de Narco-Estado ya son palabras mayores, tal vez ya México lo era incluso antes de la Cuarta Transformación, pero es condenable la vulnerabilidad de la autoridad; ceder así de fácil a los criminales demuestra la cobardía de un proyecto político que prefiere “proteger vidas de civiles”, con todo y las otras cifras, a delinear acciones claras en este asunto tan peligroso.
Por último, los monstruos e infiernos desatados por el calderonismo, han vuelto para acechar al gobierno morenista, dando a entender que cuando el morenosaurio despertó, el narco seguía ahí.