La biblioteca de los presidentes

La biblioteca de los presidentes

diciembre 5, 2019 Desactivado Por La Opinión de

Esta semana Guadalajara se ha vestido de tinta y letras con motivo de la 33º edición de su Feria Internacional del Libro (FIL). Catalogada como la reunión editorial más importante de Iberoamérica, en esta edición se estima la participación de 800 escritores provenientes de 37 países diferentes y representantes de 13 lenguas del mundo. Como invitado especial, este año el testigo le toca a India.

Y, en medio de tan interesante acontecimiento, una echa un vistazo a su biblioteca, se interesa por novedades editoriales… y se pregunta, ¿qué leerán los presidentes? Aunque, a veces, la inquietud se reduce simplemente a si leerán o no. Creo que por todos es recordado el momento en el que Peña Nieto, aún candidato presidencial e invitado a impartir una conferencia en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2011, fue preguntado por los libros que marcaron su vida. Respondió “La silla del Águila”, de Enrique Krauze. Erró en el autor, ya que la obra fue escrita por Carlos Fuentes, y además entró en una espiral de confusión de títulos y autores. Aunque la anécdota se hizo viral, no sólo ganó las elecciones sino que puede decir que ha escrito varios libros.

Aunque lo de publicar un libro no siempre es garantía de amor por las letras. En este sentido, cabe recordar al candidato de Todos por México, José Antonio Meade, y la entrevista en la que le preguntaron por qué no había escrito ningún ensayo sobre su visión nacional. Entonces respondió que se publicaría la próxima semana. Cuando le preguntaron por el título, su contestación fue asombrosa: “no lo recuerdo, porque lo único que no escribí yo fue el título”. Creo que muchos jóvenes escritores, peleando por publicar y hacerse un hueco en el mundo editorial, sintieron una punzada en el corazón al escuchar esas declaraciones. Incoherencias de la vida literaria o de la vida en general.

Afortunadamente, dentro del mundo de la política también encontramos a numerosos amantes de las letras. Por ejemplo, el actual presidente López Obrador se ha reivindicado como un gran lector y ha escrito diferentes obras que, desde 2015, forman parte del catálogo de la editorial Planeta. Otro lector cultivado es Barack Obama, quien ha reconocido su admiración por autores como Shakespeare, San Agustín, Ralph Waldo Emerson o Herman Merville y, además, ha publicado dos libros. Iván Duque también se suma a la lista de presidentes que han incursionado en el mundo editorial, habiendo publicado diferentes libros antes de su presidencia y habiendo sido columnista del periódico “El Portafolio”. Una de sus obras favoritas: “El libro de la risa y el olvido”, de Milan Kundera.

La relación entre la política y las letras daría para llenar muchas páginas. Así, si echamos la vista atrás encontramos muchos casos de líderes políticos que incursionaron en el mundo de las letras, de una manera u otra: el checo Václav Havel, los argentinos Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Domingo Perón, el chileno Ricardo Lagos o el peruano José Luis Bustamante y Rivero son sólo algunos ejemplos. También líderes totalitarios como Hitler o Mussolini plasmaron sus pensamientos por escrito: el primero con “Mi lucha” y el segundo con una novela anticlerical que retiró tras su llegada al poder. Incluso Sadam Hussein publicó cuatro novelas y poemas bajo seudónimo.

De este modo, los libros de líderes políticos, y en especial los de los presidentes, ocupan un lugar propio en la historia de la literatura. Algunos son fruto de la vocación literaria y de la pluma del presidente. Otros tienen un carácter utilitario y son escritos, en muchas ocasiones, por plumas prestadas. Tienen como finalidad una estrategia publicitaria de realzar la figura del presidente, mostrar su ideario o hacer un balance positivo de su gestión.

Sea como fuere, ayudan a reconstruir el legado cultural del paso de esos líderes por la política. Tanto lo que leen como lo que escriben –o les escriben– da pistas de la persona que está a la cabeza de la toma de decisiones políticas y, seamos justos, también son un reflejo de su tiempo y de su sociedad. Sin tratar de caer en el discurso fácil de una defensa superficial de la cultura, y siendo consciente de que las cualidades del político no derivan necesariamente de los libros que haya leído, considero oportuno reivindicar el papel de las letras en todas las esferas de la vida, incluida la política. No importa el género, el autor o el idioma. Lo relevante es lo que un libro nos aporta: cercanía, capacidad crítica, conocimientos, ingenio… Cuestiones que, pensándolo bien, nunca echamos de más en un político.

Mélany Barragán

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