El reloj del fin del mundo: la amenaza global a la democracia
diciembre 20, 2019Mucho se ha discutido con respecto al tema de la democracia, siglos de filosofía, teorías y ciencia política respaldan lo anterior; sin embargo, socialmente y en particular este año, se han vivido a nivel mundial situaciones convulsas en diversos países del mundo ni hablar tan sólo de Latinoamérica.
Incluso con todo lo ya dicho, aún hoy se duda de la verdadera pluralidad, igualdad, que debería imperar en una sociedad que se denomina a sí misma como democrática. Si bien la esencia de la política en ocasiones es dialéctica, hemos llegado a un choque o confrontación que lejos de fomentar o propiciar el debate de los asuntos públicos, sólo provoca más polarización y división social.
Estados Unidos, por ejemplo, vive desde hace tiempo una oleada de temas de carácter racial o de supremacistas que dan a notar que esos viejos días del esclavismo, del Ku Klux Klan, aún tienen su huella en la sociedad norteamericana, más con un Presidente que ha validado a estos grupos que abanderan el discurso de “regresar el país a sus bases o al rumbo que ha perdido”.
Tomemos, por otro lado, países como Bolivia o Chile, en los que la democracia se ha puesto en entredicho, dada la inconformidad y el desencanto de los ciudadanos con la democracia. Tan sólo los chilenos pasaron de una inconformidad por los precios del transporte público, hasta una decepción total por el gobierno; para el caso de Bolivia, su presidente puso en entredicho las instituciones como las prácticas democráticas.
Y ni mencionar a nuestro país, que, al ya cumplir, en este mes, su primer año de gobierno, aún sigue repartiendo culpas, evidenciando una improvisada toma de decisiones, manteniendo una línea similar de poco o nulo cambio ante una nación que tiene siglos de confrontación ideológica, que va más allá de los fifís vs. chairos.
Por otra parte, el progresismo político se ha convertido en una navaja de doble filo, ya que entre más muestra la apertura hacia posturas sociales, religiosas, económicas, culturales o políticas, se hace más manifiesto el grado de intolerancia con quien piensa lo contrario. De ahí el nombre de este artículo, en 1947 se instituyó el reloj del fin del mundo, por un grupo de científicos, como un indicador simbólico de cuándo el ser humano se autoaniquilaría por una guerra nuclear; hoy, parece que ya no es un temor o constante lo anterior, sino que la confrontación ideológica, aunada a la intolerancia o poco respeto a las posturas contrarias, nos acerca más a la autodestrucción de nuestra especie.