No todos los circos son iguales

No todos los circos son iguales

enero 21, 2020 Desactivado Por La Opinión de

Esto ya es demasiado. Es increíble, en el sentido literal de la palabra, pues por lo menos yo, ya me la he dejado de creer. Y es que hay de circos a circos, y si bien dicen que siempre las élites mexicanas del poder han sustentado sus decisiones y políticas públicas en la máxima de “al pueblo: pan y circo”; este circo ya se pasó de maromas, pues ni siquiera son maromas que, con el recurso del circo, intenten darle migajas al pueblo; son maromas que su objetivo es que no se les dirija la mirada, que el pueblo se centre en lo que no debería tener cabida dentro del debate público y, de esta manera, no se haga ningún tipo de crítica a lo sustantivo.

La 4T lo está logrando, sin ni siquiera tener que divertir para por lo menos dar migajas. No sólo están cómodos en esta situación, sino que irradian felicidad, sabedores de que tienen todo el poder; poder no solamente emanado de las urnas, sino también el poder de los medios de comunicación, de la nula oposición, de la sobrerrepresentación en el Legislativo.

Sus discursos ya no caben en la palabra populista y aquellos que parecían propios de otros países de la región han sido superados por el color tinto de la 4T. Lo del pajarito de Maduro es amateur frente a la rifa del avión presidencial. En México estamos entretenidos hablando de rifas de aviones, almuerzos de barbacoa, celebraciones en El Cardenal y hasta de llantas ponchadas, cuando hay mil razones más álgidas de las cuales estamos preocupados, pero que no encuentran ni eco ni espacio.

El problema no es que México haya crecido poco en los últimos meses, simplemente no creció; no es que no disminuya la violencia, es que se ha disparado; no es que no se detenga a los criminales, es que se liberan; no es que las políticas en contra de los feminicidios sean erróneas, es que no existen…

Sin embargo, si bien es cierto que una democracia madura debería centrar sus críticas en lo realmente importante, también es comprensible que se hagan críticas de asuntos que en principio parecen más personales. Quien hoy gobierna, durante 18 años afianzó sus críticas a lo más personal de aquellos que nos representaban, su discurso se basaba no en el fondo sino en las formas. Hablaba de que la atención médica a los altos mandos se debía dar en el ISSSTE, decía que estaban de sobra los escoltas y las camionetas; argumentaba corrupción en cada espacio donde aparecieran representantes del gobierno.

Parece que hoy no solamente no les preocupan las críticas que se les hagan, sino que ni siquiera les importan; no se ve preocupación o esfuerzo de la 4T por la falta de tacto en declaraciones, las preguntas sin respuesta, o algunas controvertidas decisiones.

Lo anterior es, en palabras de un amigo, la verdadera polarización: cuando unos creen que los otros solamente basan sus decisiones en el deseo de chingar. Así pues, sólo un valiente me podría argumentar que México no está polarizado.

Pero quizá no sea la polarización lo peor de la política mexicana, hay algo aun peor. Para polarizar se necesitan dos; sin embargo, la polarización que hay por las calles de México –como diría la Sonora Santanera– no se traduce en una polarización en lo institucional. No hay una opción partidista que se atreva a hacer contrapeso, aunque sea mínimo, al partido en el gobierno. Pareciera que probablemente nos estemos acercando a la era del partido hegemónico 2.0.

Quizá lo anterior también cumpla con una de las premisas básicas de teoría de partidos: a menor competencia exógena, mayor competencia interna; ahora los únicos que parecen enfrentarse son los morenistas entre ellos mismos.

Por último, si bien en cierta medida se entiende que los poderosos defiendan lo indefendible, no me cabe en la cabeza el razonamiento que pueden tener aquellos que hoy se creen intelectuales, quienes, con diminutas maromas de cero nivel de dificultad, pero sobre todo de dignidad, se esmeran por defender lo indefendible.

Al final, esto se está volviendo el síndrome de la Rosa de Guadalupe: las maromas, los temas, las argumentaciones y los guiones son tan, pero tan malos, que no dejamos de hablar de ellos.

Isidro O’Shea
Twitter: @isidroshea

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