La manipulación de la historia

La manipulación de la historia

marzo 5, 2020 Desactivado Por La Opinión de

El Presidente López Obrador, en su demanda a las empresas extranjeras de actuar con ética, volvió a lanzar un duro mensaje a España. En su intervención, se refirió a los inversionistas españoles aludiendo a  que “llegaban a México y lo veían como tierra de conquista”. Esta expresión, que podría ser casi anecdótica, no lo es tanto si se toma en cuenta que hace sólo unos meses envió una carta a Felipe VI exigiendo que España pidiera perdón por los abusos de la conquista.

El actual mandatario, que nació tres años después de que Octavio Paz publicara El laberinto de la soledad, en un momento en el que México buscaba su identidad, ha simplificado la historia y la ha convertido en un relato maniqueo al servicio de objetivos políticos inmediatos. En primer lugar, porque se refiere a una España perennemente explotadora y a un México eternamente victimizado. Una descontextualización que no toma en cuenta un principio básico: la historia pasa y las cosas cambian. Ni los españoles de hoy en día tienen mucho que ver con los que llegaron a tierras aztecas hace más de cinco siglos ni los mexicanos actuales son los mismos que los del antiguo imperio.

En segundo lugar, por la falta de objetividad histórica. La interpretación de la conquista de América, como un proceso que se simplifica en la llegada de españoles, ávidos de oro, que masacraron a un pueblo que vivía en paz, obvia varias realidades. Sin negar las masacres cometidas por los conquistadores, lo primero que debe resaltarse es que la historia de las civilizaciones está marcada por la disputa por los territorios y las guerras entre pueblos. Por lo tanto, la leyenda negra atribuida a los españoles es una realidad compartida por infinitos pueblos. Con esta afirmación no se resta importancia a las atrocidades cometidas por los españoles, pero sí que se hace una descripción de la época. Sin ir más lejos, por el Imperio azteca, conformado por mexicas, acolhuas y tepanecas, el cual sometió al resto de pueblos mexicanos. Asimismo, totonacas, tlaxcaltecas y otros pueblos indígenas establecieron alianzas con los españoles para lograr la caída de la legendaria ciudad de México-Tenochtitlan.

En tercer lugar, pocas cosas se prestan a más abusos que las reclamaciones en nombre de antepasados lejanos que sufrieron injusticias. Además de lo problemático de pedir a alguien que se disculpe por lo que hicieron antepasados que vivieron hace más de cinco siglos, parece olvidarse una cuestión fundamental: el mestizaje. Esto plantea que quizás haya más mexicanos descendientes de conquistadores españoles que ciudadanos españoles que cuenten con antepasados que viajaron a América. ¿Deberían esos ciudadanos mexicanos pedir perdón a sus compatriotas por lo que hicieron sus ascendentes?

Por último, la actual República mexicana es fruto de su historia. Una historia protagonizada por mexicas, tlaxcaltecas y demás pueblos indígenas, pero también por españoles y por mestizos. Una historia en la que hubo resistencia hacia la conquista, pero en la que también hubo alianzas por parte de grupos indígenas que se veían más protegidos por la corona española que por los mexicas. La conquista supone, en definitiva, una enorme complejidad que deja en suspenso los discursos simplistas y maniqueos. No pensemos que los españoles de hoy en día han heredado la personalidad de los conquistadores ni les obliguemos a asumir sus culpas. Y tampoco olvidemos que, por la sangre de muchos mexicanos de hoy, corre sangre española. Conozcamos la historia, expliquémosla, discutámosla… pero no la simplifiquemos para generar confrontación y romper lazos, en lugar de tender puentes.

Mélany Barragán

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