La “verdad histórica” sobre el COVID-19

La “verdad histórica” sobre el COVID-19

mayo 4, 2020 Desactivado Por La Opinión de

La “verdad histórica” sobre la pandemia de COVID-19 se empieza a caer. Los comentarios del presidente López Obrador, como aquél de que “ya se aplastó la curva de infectados” el 29 de abril, dos semanas antes del “pico”, apuntan más a la imposición de una versión de los hechos, que a una descripción de lo que sucede.

Y es que el problema empieza con la presentación de la información. El 8 de abril el subsecretario López-Gatell señaló que para estimar la cifra real de contagios, el total de confirmados debía multiplicarse por 8.2. Este factor de multiplicación, dijo el funcionario, surgía del muestreo de 475 unidades médicas, de un total de 26,000.

El 8 de abril se confirmaron 3,181 casos, por lo que se estimaban, en México, 26,084 contagios “reales”. El día 16, López-Gatell informó que “(el factor de) estimación semanal de casos del modelo centinela” había subido a 8.9. Multiplicando esta nueva cifra por los 6,297 casos confirmados a esa fecha, nos daba 56,043 contagios “reales”.

Ahora, ¿cuál es la lógica de presentar la cifra sin multiplicar? Es probable que obedezca a algo muy sencillo: minimizar la percepción del contagio para tener el control de la narrativa. Es más fácil que el presidente diga que ya se “aplastó” la curva de contagios un 29 de abril, si ese día se habla de 17,799 casos y no de 158,411, la cifra multiplicada —y esto asumiendo que el factor seguía siendo 8.9, y no uno mayor—.

Por otro lado, está el tema de las pruebas. De entre los países de la OCDE, México es el que menos pruebas hace por cada mil personas (0.4), cuando el promedio es de 22.9. Además de que esto es un problema a la hora de diseñar el “regreso” a las calles y controlar nuevos brotes, el hacer pocas pruebas es también un mecanismo de control de narrativa. Si México hiciera 22.9 pruebas por cada mil, es muy probable que el actuar del gobierno y los dichos del presidente, se leerían de forma muy distinta.

De cara a las elecciones de 2021, el incentivo político para minimizar la crisis es obvio. López Obrador sabe que su popularidad está a la baja desde 2019, y que el atractivo de su partido está cayendo —en enero de 2020, Morena convencía al 33% del electorado; para abril el dato cayó a 18%, según El Financiero—. Asimismo, el presidente sabe que la economía no jugará a su favor, por lo menos en 18 meses.

En otras palabras, si la “verdad histórica” del gobierno —que la pandemia se controló bien, aunque después resulte una mentira— no permea en la gente o presenta lagunas, el costo puede ser una pérdida sustancial de diputados federales en 2021, que, para efectos prácticos, le amarraría un brazo a López Obrador por el resto de su “transformación”. La apuesta narrativa es clara: no admitir ningún error, no salirse del guion, y proteger la imagen de López Obrador, aunque se disparen las muertes.

Alonso Tamez
Twitter: @AlonsoTamez


Imagen: cromaconceptovisual / pixabay.com

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