Integración regional en la “nueva normalidad”

Integración regional en la “nueva normalidad”

mayo 28, 2020 Desactivado Por La Opinión de

Toda crisis es una oportunidad, y los efectos económicos y sociales derivados de la crisis sanitaria del COVID-19 pueden ser una ocasión para retomar con más fuerza –y determinación– la integración latinoamericana. Pese a que a partir de la segunda mitad del siglo XX se han puesto en marcha, con más o menos fortuna, diferentes experiencias de integración regional, América Latina nunca ha logrado presentarse como un actor unificado en la esfera internacional. La existencia de proyectos políticos y estrategias de desarrollo dispares en los países del continente, la fuerte dependencia de estas iniciativas a los ciclos políticos, las reticencias por parte de los Estados a ceder soberanía a instancias supranacionales y la inclinación histórica a mirar más a los Estados Unidos de Norteamérica que a los pueblos vecinos, han supuesto un freno a la unidad latinoamericana.

¿Qué razones subyacen tras esto? Entre otras causas, la gran heterogeneidad de la región, la escasa interdependencia económica entre los distintos países, el fuerte presidencialismo, el excesivo recelo en la preservación de la soberanía nacional, la baja institucionalización de los sistemas políticos y los constantes vaivenes ideológicos dificultan generar las condiciones óptimas para la integración. Así, aunque existen organismos e instituciones supranacionales, en muchas ocasiones unos se superponen a otros y la región no logra presentarse en el orden internacional como un interlocutor único. Ni siquiera en aquellos temas que son de interés común para toda América Latina.

Situación que contrasta con el caso europeo, donde la experiencia de integración ha ido avanzando, aún con dificultades, en las últimas siete décadas. Probablemente, el éxito relativo del proceso de integración en Europa responde a las siguientes causas: la defensa de objetivos comunes (reconstruir el continente después de la II Guerra Mundial, evitar nuevos conflictos o mejorar la posición de la región en el sistema internacional, entre otros); la existencia de una interdependencia económica, cultural y comercial desde hace siglos; el convencimiento de obtener beneficios derivados de la integración (por ejemplo, paz duradera y bienestar social); el impulso al proyecto por países bien posicionados en la región, como Alemania, Francia o Italia; y la existencia de apoyos externos, como es el caso de los Estados Unidos.

Estos elementos parece que nunca han logrado consolidarse en América Latina y, aun cuando se han dado algunas circunstancias favorables, difícilmente han perdurado en el tiempo. No obstante, la crisis del COVID-19 abre una ventana de oportunidad. El escenario que se abrirá en la “nueva normalidad” plantea desafíos que no pueden, o al menos no deben, ser afrontados de manera independiente por cada país. Aspectos como el establecimiento de medidas para paliar la pobreza extrema, a la que se verán sometidas millones de personas, el diseño y aplicación de protocolos para regular la movilidad entre países en condiciones de seguridad, el impulso a la creación de verdaderos estados de bienestar o la puesta en marcha de medidas económicas de recuperación son sólo algunos ejemplos de materias susceptibles de procesos de integración regional.

El riesgo para la supervivencia de la integración vuelve a ser, no obstante, la coyuntura. Tal vez sólo sea efectiva mientras se trabaja para superar las consecuencias de la pandemia. Es difícil acabar de un plumazo con décadas de dificultades para consolidar la integración, pero quizás la extrema dificultad del presente contribuye a romper viejas dinámicas. Es necesario crear una única cadena de valor en América Latina, generar recursos para el desarrollo productivo de la región, profundizar en el intercambio comercial y, en definitiva, lograr una estabilidad macroeconómica cada vez más fuerte frente a los cambios de ciclo económico. Sólo a partir de un nuevo modelo de desarrollo podrá profundizarse en el establecimiento de redes de protección ciudadana. Tal vez esta coyuntura que afecta a todos los países de la región, independientemente del signo político de su gobierno, y la duración de sus consecuencias, sean la llave para abrir la construcción de un proyecto latinoamericano. Me declaro escéptica, pero todo es posible.

Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7


Imagen: Zach T B / pixabay.com

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