La crisis de la educación

La crisis de la educación

junio 25, 2020 Desactivado Por La Opinión de

Junto con las consecuencias sanitarias y económicas, comienzan a hacerse patentes otros efectos de la pandemia de la COVID-19. Uno de ellos es la vulneración del derecho a la educación. La Organización de Naciones Unidas (ONU) sostiene que durante la crisis sanitaria el 40% de los países de ingresos bajos y medio-bajos no han apoyado a los alumnos de riesgo. El resultado es que más de 1,300 millones de niños se han quedado sin clase, empeorando su situación de vulnerabilidad y dejándoles aún más excluidos si cabe del sistema.

Tras semanas de confinamiento, y frente al riesgo de sucesivos rebrotes en los próximos meses, es necesario adoptar medidas eficaces que permitan aliviar la presión sobre el sistema educativo y que garanticen el acceso efectivo a la educación. El cierre de las escuelas por la crisis de salud pública puede tener consecuencias muy negativas para el bienestar y el proceso de aprendizaje de los alumnos, especialmente en el caso de aquellos que pertenecen a colectivos vulnerables. Y es que la pandemia ha evidenciado la desigualdad educativa: falta de acceso a plataformas digitales, absentismo o necesidad de apoyo escolar son algunas de las falencias estructurales del sistema.

En un contexto de debilidad previa, la emergencia sanitaria contribuye aún más a generar una emergencia social paralela que se prolongará en el tiempo y cuyos efectos aún son complicados de predecir. Por ello, es necesario fortalecer el sistema educativo en la medida en que éste contribuye activamente a la protección social. En un contexto de tanta incertidumbre, en el que la defensa del derecho a la salud puede colisionar con otros derechos y libertades, es más importante que nunca diseñar y repensar estrategias de acción frente a la emergencia.

La apuesta por la enseñanza digital puede ser una medida temporal, pero no la solución al problema. En primer lugar, porque pese a todas las virtudes de las nuevas tecnologías, las plataformas digitales no pueden sustituir los espacios de socialización y convivencia generados por las escuelas. Y, en segundo lugar, por la brecha en el acceso a la tecnología en los hogares. Por ejemplo, en el caso de México sólo el 40% de los hogares cuentan con una computadora. A ello hay que sumar que muchos hogares no tienen acceso a internet y, por último, la falta de alfabetización digital de docentes y alumnos.  La educación digital no puede reducirse a la posesión de una computadora y una conexión a internet. Requiere de metodologías específicas y de una inversión en capacitaciones para los maestros.

El futuro de la educación es el futuro de todos. Los centros educativos no son únicamente espacios para la transmisión de contenidos, sino que constituyen espacios de socialización, convivencia y transmisión de valores. La educación se convierte cada día más en el mejor instrumento para afrontar los retos del mundo actual y generar una ciudadanía preparada para asumir responsabilidades. El nuevo escenario obliga a reformular las herramientas y mecanismos de aprendizaje, pero quizás sea la oportunidad para comenzar a ocuparse de muchas de las brechas de desigualdad que subyacen tras las diferencias en el acceso a la educación.

Otras crisis han demostrado que los sectores más vulnerables son los primeros que se quedan en la cuneta y que el absentismo escolar temporal, fruto de la coyuntura, puede acabar convirtiéndose en permanente. Muchos jóvenes puede que no vuelvan a la escuela después de la pandemia, bien sea porque deban buscar un trabajo por la situación económica que se avecina o bien porque se han quedado desconectados de la sociedad y no cuentan con redes familiares y/o sociales que los animen a volver a las aulas. Si no actuamos al respecto, obstaculizaremos el progreso de las sociedades y perpetuaremos las bolsas de exclusión y pobreza.

Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7


Fotografía: Burst / pexels.com

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