Trabajo sexual en México: las sombras de la pandemia

Trabajo sexual en México: las sombras de la pandemia

agosto 20, 2020 Desactivado Por La Opinión de

Hace un par de semanas se celebró, de manera virtual, el XXIII Encuentro Nacional de la Red Mexicana de Trabajadoras Sexuales. Pese a la pandemia, derivada de la COVID-19, cientos de mujeres han seguido ejerciendo el trabajo sexual, incrementándose el número de trabajadoras en la vía pública. Muchas de ellas se han visto obligadas a dejar clubes y burdeles para trabajar en la calle, empeorando sus condiciones de trabajo y subsistencia, las cuales han afectado negativamente tanto a su nivel de actividad como de ingresos.

El entorno se ha vuelto todavía más hostil. A las tradicionales dificultades asociadas al desempeño de la actividad sexual, durante la pandemia se han sumado nuevos problemas: la prohibición del contacto físico y la obligación de la distancia social, entre otras causas, ha dificultado aún más el ejercicio de la prostitución. Además, se ha incrementado la violencia contra ellas, ya que el crimen organizado y los delincuentes “han acogido” a las trabajadoras sexuales, convirtiéndolas en víctimas de violación, extorsión, robo y privación de libertad. Por último, a todo esto, hay que sumar la falta de protección social. Las trabajadoras sexuales no pueden acceder a programas como el Seguro de desempleo, y eso les ha obligado a tratar de sobrevivir con el apoyo de las tarjetas únicas de Gobierno y las ayudas de las organizaciones civiles.

Con el apoyo de Amnistía Internacional y la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe, el colectivo reclama acceso a servicios de salud adecuados y sin discriminación, al seguro social y a la protección frente a la violación de Derechos Humanos. Con las cuarentenas obligatorias, y el resto de las medidas gubernamentales impuestas para frenar la pandemia, en un primer momento muchas de estas mujeres se quedaron sin trabajo y sin ingresos, y las que siguieron ejerciendo la prostitución debieron hacerlo en condiciones muy precarias, sin poder garantizar unas condiciones sanitarias adecuadas tanto para ellas como para sus clientes.

Mientras siguen en la batalla para conseguir protección social, las trabajadoras sexuales han debido de reciclarse. Se han adaptado a la crisis sanitaria, pidiendo a sus clientes que se desinfecten las manos y no les den besos. Muchas de ellas se han apoyado en amistades para que les dejasen quedarse en sus casas y las menos afortunadas han pasado algunas noches en la calle. También han desarrollado formas de autoorganización para facilitar en la medida de lo posible el abastecimiento de víveres, medicamentos y cobijas, entre otros. Algunas han sido afortunadas y han podido cobijarse en albergues como la “Casa de las Muñecas Tiresias”, en Cuautepec, Ciudad de México. Sin embargo, estos espacios son escasos frente a la gran demanda existente.

Frente a tratarse de uno de los oficios más antiguos del mundo y sostener una parte importante de la economía informal, las personas que ejercen la prostitución siguen siendo totalmente olvidadas por las instancias gubernamentales. El trabajo sexual sigue rodeado de un gran halo de hipocresía. En el mejor de los casos, las fuerzas políticas se significan con posiciones fuertemente polarizadas que ignoran la problemática real de esta actividad. En el peor, ni siquiera entran en el debate ya que las prostitutas resultan un colectivo poco importante para la sociedad. Las condiciones de las trabajadoras del sexo suponen una lucha constante para este colectivo y la pandemia no ha hecho más que recordar la precaria situación de las personas que ejercen la prostitución. Su reconocimiento pleno sigue en vilo y la pandemia parece que tampoco ha generado la ventana de oportunidad para cambiar la situación.

Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7


Imagen: Tomas Castelazo / commons.wikimedia.org

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