Elecciones en Bolivia
octubre 15, 2020 Desactivado Por La Opinión deEl próximo 18 de octubre, los ciudadanos bolivianos están llamados a las urnas. En una jornada electoral atípica, consecuencia de la pandemia de la COVID-19, el país andino se enfrenta a una de las elecciones más importantes de su historia democrática, tras la grave crisis política y social que se desató en 2019.
El 20 de octubre del pasado año, Bolivia celebró elecciones generales para elegir presidente, vicepresidente, 130 diputados y 36 senadores para el periodo gubernamental 2020-2025. El proceso fue cuestionado por los partidos de la oposición, quienes acusaron al entonces presidente, Evo Morales, de haber cometido fraude electoral después de que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) interrumpiera la trasmisión de resultados. El 25 de octubre la autoridad electoral anunció la victoria del partido oficialista, Movimiento al Socialismo (MAS), pero la oposición puso en duda la legitimidad de los resultados.
La publicación de dos informes de la Organización de Estados Americanos (OEA), donde se señalaban posibles irregularidades, aumentó las protestas de la oposición. Como consecuencia, Morales anunció la celebración de unas nuevas elecciones y la renovación de los miembros del Tribunal. Sin embargo, horas más tarde presentó su renuncia y abandonó el país después de que el mando militar le “invitara” a dejar su cargo. El 24 de noviembre de 2019, el Congreso anuló las elecciones para posibilitar la realización de unos nuevos comicios.
Las protestas que se desarrollaron durante esas jornadas y la denuncia por parte de Evo Morales de un golpe de Estado en su contra generaron un clima de violencia social y crisis institucional aguda. Cuando la vicepresidenta segunda del Congreso, Jeanine Añez, asumió la presidencia siguiendo el mecanismo de sucesión constitucional, aumentó la tensión y al menos 30 personas perdieron la vida por enfrentamientos entre partidarios de Morales y fuerzas policiales.
El 24 de noviembre de 2019, la presidenta en funciones anunció la celebración de elecciones. Sin embargo, la convocatoria no se concretó hasta enero, cuando se estableció que la fecha de los comicios sería el 3 de mayo. El estallido de la crisis sanitaria retrasó la celebración de las elecciones, primero al 6 de septiembre y finalmente al 18 de octubre. Se tratará de una jornada especialmente complicada, tanto por la necesidad de implementar protocolos que garanticen la salud pública, como por la fragilidad institucional por la que atraviesa el país.
En este sentido, el escenario preelectoral ya ha dado muestras de tensión con la presentación de una candidatura al Senado por parte del expresidente Morales. Los opositores impugnaron su inscripción y el TSE inhabilitó la candidatura, aludiendo a que no cumplía con todos los requisitos que exige la Constitución. Tras la presentación de un recurso de amparo para defender la candidatura de Morales, el fallo del Tribunal confirmó la inhabilitación de su inscripción.
Otra muestra del difícil contexto electoral son las presiones por parte de los detractores de MAS, quienes abogan porque se baje el tercero en las encuestas y reducir así el número de candidatos para evitar la dispersión del voto. Finalmente, la amenaza de violencia sobrevuela las elecciones. El candidato del MAS ha denunciado una guerra sucia contra su persona, después de que la Unidad de Investigaciones Financieras informara de irregularidades en sus movimientos bancarios. A la vez, ha advertido de que, si hay fraude electoral, y su partido no logra retomar el poder, se incrementarán las protestas callejeras.
La tensión y la incertidumbre serán la tónica en las próximas elecciones en Bolivia. Con presencia de observación internacional, con misiones de la OEA y la Unión Europea, es importante para la institucionalidad boliviana que estas elecciones se celebren en un clima de paz y transparencia y que se respete la voluntad popular. La falta de consenso frente a los resultados electorales sólo contribuirá a incrementar la polarización ideológica, así como las divisiones étnicas, geográficas y socioeconómicas. Bolivia enfrenta un camino difícil, con desafíos políticos, institucionales y económicos. Por tanto, las disputas internas deben relegarse a un segundo plano y salvaguardar la institucionalidad del Estado es una obligación. La reconciliación y la unidad son el único camino para salvar la crisis. No hay plan B.
Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7
Imagen: oep.org.bo