¡Viva… ¿la democracia?!

¡Viva… ¿la democracia?!

octubre 22, 2020 Desactivado Por La Opinión de

En el momento en el que se está escribiendo este artículo, las proyecciones electorales en Bolivia dan una amplia ventaja a Luis Arce, candidato por el Movimiento al Socialismo (MAS), partido de Evo Morales. Tras las fallidas elecciones del año pasado y la crisis institucional desatada, es más necesario que nunca que los diferentes actores políticos e institucionales den legitimidad a los resultados para poder iniciar una nueva etapa que ponga fin a meses de tensión e incertidumbre.

Tras conocerse los resultados de los sondeos, Arce sentenció “hemos recuperado la democracia y hemos recuperado la esperanza”. La celebración de elecciones después de un año de limbo político sin duda supone un logro democrático. No obstante, al leer las declaraciones de Arce me hago dos preguntas: primero, ¿la situación en Bolivia refleja una verdadera recuperación de la democracia? Y, segundo… ¿la democracia era sólo esto? Para no dar lugar a malas interpretaciones, ya anunció mi postura: mi crítica no viene por el resultado electoral, el cual me parece totalmente legítimo, sino porque considero que las elecciones son sólo una dimensión de la democracia y no el todo. Llámenme exigente, pero me resulta complicado hablar de una democracia sólida, de la que de verdad estar orgullosos, si la celebración de elecciones no va acompañada de un respeto a las instituciones, de un buen funcionamiento de éstas, de transparencia y de un respeto a los derechos de los ciudadanos, entre otras cosas.

Dando un total voto de confianza a la elección de Arce, a quien resultaría poco ético juzgar por lo que vaya a hacer cuando ni siquiera ha tomado posesión todavía, planteo esta cuestión porque a veces nos enfocamos tanto en el presente que olvidamos las causas que nos trajeron hasta aquí. Así que hagamos un ejercicio de memoria y viajemos hasta 2016, cuando el entonces presidente Evo Morales convocó un referéndum para aprobar una modificación constitucional para permitir la reelección presidencial por dos veces de manera continuada. Los bolivianos fueron llamados a las urnas y, pese a lo ajustado de los resultados, el 51.3% de los ciudadanos votó en contra de la reforma constitucional.

Pese a que Morales manifestó aceptar sin reclamos el resultado de la consulta, el Tribunal Constitucional de Bolivia permitió un año después que el presidente buscara la reelección sin límites. El fallo se produjo tras la presentación, por parte del MAS, de un recurso abstracto de inconstitucionalidad contra la limitante constitucional a los mandatos consecutivos. El argumento esgrimido por el MAS es que existe un derecho humano a la reelección indefinida en el continente americano, lo cual fue rebatido por algunos juristas señalando que tal razón se trataba de un “fraude constitucional”. No era la primera vez que Morales conseguía la reelección, ya que, pese a que la Constitución bajo la cual fue elegido Morales en 2005 prohibía la reelección, el entonces presidente logró habilitar su candidatura para una segunda elección aludiendo a que la anterior Carta Magna ya no regía para el nuevo Estado Plurinacional.

Esta reforma constitucional provocó una ola de movilizaciones ciudadanas, las cuales ponían en duda el fallo del Tribunal Constitucional y pedían respeto a los resultados del referéndum de 2016. Bajo el grito de “Bolivia dijo no”, denunciaban un intento de Morales por aferrarse al poder. Protestas que se repitieron cuando el líder del MAS anunció su postulación como presidente por un cuarto mandato y que se repitieron durante la jornada electoral de 2019, cuando el Tribunal Supremo Electoral suspendió la transmisión del conteo de votos en el momento en el que la tendencia estadística indicaba una segunda vuelta electoral. El apagón informático fue considerado por algunos una muestra de fraude y se desató una ola de movilizaciones, algunas de ellas violentas, que acabaron con el incendio de tres oficinas regionales del Tribunal y la convocatoria a un paro indefinido. El resto… es historia. Informes de la OEA apuntando a posible fraude electoral, contra informes negándolo, llamada a nuevas elecciones, injerencia del poder militar instando a Morales a abandonar el país, sucesión presidencial ipso facto de la segunda vicepresidenta del Senado y retrasos en la convocatoria de nuevas elecciones.

Si el señor Arce se jactaba de la vuelta a la democracia haciendo referencia a este periodo, y no lo sometemos a un análisis crítico, creo que todos hemos fracasado como comunidad política. Las elecciones son condición más que necesaria para el funcionamiento democrático de las sociedades, pero desde mi punto de vista no son suficiente. Porque si asumimos que con el sufragio basta, corremos al menos dos riesgos: primero, renunciar a parte de nuestros derechos civiles y políticos, asumiendo que debemos someternos a la voluntad de aquél que hemos elegido sin prácticamente opción a réplica o accountability y olvidando que es el representante el que debe ponerse al servicio de las instituciones y de la ciudadanía, nunca al revés. Y, segundo, existe el peligro de dinamitar la institucionalidad del Estado, que a fin de cuentas es el resultado del pacto de convivencia del que todos nos hemos dotado, por encima de ideologías o adscripciones partidarias.

No creo que podamos sentirnos orgullosos de una democracia, por muchas elecciones que celebre, en la que existe una fuerte tensión política y social; en la que se buscan atajos para vulnerar lo establecido en la Constitución o en la que existe la sombra del fraude. En este momento, las elecciones son el primer paso para reconstruir la convivencia en Bolivia y apostar por un nuevo futuro. Por último, las reformas constitucionales para aprobar la reelección son totalmente legítimas si siguen el curso que el ordenamiento jurídico proporciona y los presidentes pueden seguir en el cargo todo el tiempo que la ley y el respaldo popular les avalen. Pero no modifiquemos las reglas del juego de cualquier manera ni establezcamos lógicas perversas sobre quien simboliza la democracia y quien atenta contra ella. No es el líder el que debe blindarse en el poder para “salvarle”, sino los ciudadanos los que deben otorgar o retirar la confianza a aquél que va a marcar el rumbo de sus sociedades y, en cierto modo, de sus condiciones de vida. La democracia no es de nadie, porque debe ser de todos.

Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7


Imagen: Lucho Arce / facebook.com

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