Elecciones en Estados Unidos: polarización y desinformación

Elecciones en Estados Unidos: polarización y desinformación

noviembre 5, 2020 Desactivado Por La Opinión de

Mientras escribo estas líneas, aún se está realizando el conteo de votos en una de las jornadas electorales más importantes de los últimos tiempos. Y lo son por, al menos, dos razones. Primero, por el peso geoestratégico del país en el que se celebran, los Estados Unidos de América. Segundo, por todo lo simbólico que les rodea. En un tiempo de crisis, crispación e incertidumbre, dos líderes aparentemente antagónicos se erigen como solución para salvar a América. Uno bajo el eslogan de “Haz América grande otra vez” y otro bajo convencimiento, con el apoyo de numerosos grupos fácticos, de que es la única opción a la esperanza. Como telón de fondo, numeroso ruido mediático y sondeos que, como ocurrió en 2016, parece que se equivocan en sus resultados.

Estas elecciones han demostrado que Donald Trump cuenta con un considerable voto oculto que no logra ser captado por las encuestas. Así, todos los estudios que hacían prever una fuerte ola azul –color con el que se identifica al Partido Demócrata–, han fallado estrepitosamente. Sea cual sea el resultado final, hoy ya podemos afirmar que en el caso de que Biden resulte ganador, no llegará a la Casa Blanca con una mayoría aplastante. Los estudios preelectorales tampoco lograron prever el voto de hispanos y afroamericanos. Y es que, aunque la mayor parte de su voto ha ido a los demócratas, la distancia con el partido republicano se ha acortado. Esto es, hoy esas minorías rechazan a Trump menos que en 2016.

La carrera está muy ajustada y, a falta de conocer los resultados de algunos estados clave y del conteo total del voto por correo, parece que la incertidumbre reinará hasta casi el último momento. No obstante, ello no ha sido óbice para que Trump ya haya comparecido para nombrarse ganador ni para que Biden haya afirmado que se muestra seguro de que terminará siendo vencedor, aunque pidió paciencia para esperar a que termine el escrutinio. Ambas declaraciones han añadido más tensión a la espera de resultados e incluso se han visto acompañadas de la denuncia por parte de Trump de un posible fraude electoral.

De este modo, las elecciones acabarán de una manera muy parecida a la de como comenzaron. Y es que, si algo ha caracterizado a este año electoral en Estados Unidos, ha sido la polarización extrema y la desinformación, muchas veces promovida por los propios candidatos. Como muestra de ello, pueden analizarse las intervenciones de ambos en el primer debate presidencial. Ambos mintieron. Por ejemplo, respecto a la gestión de la pandemia, Biden acusó a Trump de no tener un plan y la realidad es que el pasado 16 de septiembre la administración del actual presidente presentó su estrategia de vacunas y la inversión de proyectos de medicina contra el virus. Por su parte, Trump acusó a Biden de querer eliminar la cobertura de salud de enfermedades preexistentes y lo cierto es que las garantías para estos pacientes son uno de los pilares del Obamacare, promulgado cuando el candidato demócrata era vicepresidente. En términos económicos, Biden sostuvo que uno de cada seis comercios había cerrado por la pandemia, pero los datos de la Cámara de Comercio de Estados Unidos demuestran que el 70% de esos negocios han reabierto. Por su parte, Trump acusó a Biden de querer implementar el socialismo. No obstante, sus cincuenta años de carrera lo sitúan más como un demócrata moderado.

Junto con las mentiras del debate, los dobles raseros o incongruencias de los discursos en términos generales. Por ejemplo, Trump se jacta del muro y los demócratas critican su política, pero lo cierto es que el muro lo levantó Clinton. Trump sostiene un discurso muy crítico con la inmigración ilegal, pero la realidad es que Obama llevó a cabo más deportaciones que el actual presidente. Al actual presidente se le acusa de belicoso y a Obama se le dio el Premio Nobel de la Paz, pero lo cierto es que el primero ha decidido retirar tropas y no iniciar ninguna guerra, mientras que el segundo estuvo inmerso en diferentes contiendas. Todos estos dobles raseros muestran las contradicciones de ambos partidos y decepcionan a los sectores más extremos de sus electorados, ya que ni Trump plasma en la realidad muchos de sus discursos más radicales ni los demócratas demuestran tanta coherencia entre sus palabras y sus acciones.

Estos son sólo algunos ejemplos de cómo ambos candidatos, cada uno con su estilo, han contribuido a la desinformación y a la polarización. Los dos han usado la información a su antojo, han deformado la realidad y han contribuido a polarizar el sistema, alzándose como la única opción válida. Y claro que es lícito que cada uno apueste por su proyecto y se presente como el mejor candidato, pero cuidado con traspasar los límites de la campaña legítima y caer en la fractura social. Porque entonces corremos el riesgo, de nuevo, de poner a la sociedad al servicio de los políticos y no al revés. Y para los que puedan recurrir al discurso de la falsa equidistancia, señalando que no son comparables las palabras o acciones de Biden y las de Trump, lanzo otra idea al aire. ¿Están menos capacitados para emitir su voto los simpatizantes del actual presidente?, ¿son sus electores personas más contrarias a los valores democráticos?, ¿cuentan los demócratas con mayor capacidad para discernir lo positivo con lo negativo? Todas estas preguntas para señalar que debemos distinguir las críticas dirigidas a los candidatos, a los electores y al sistema en sí. No mezclemos todo.

Claro que las mayorías pueden equivocarse y que las estrategias populistas pueden actuar como un imán para atraer el apoyo de determinados segmentos de votantes, pero, incluso en estos casos, la emisión del voto responderá al fracaso de las otras opciones para atraer a los votantes. Quizás sea consecuencia de que los otros tampoco han logrado despertar nuestra confianza o han actuado de manera diligente. Lo bueno de la verdadera democracia es que, por encima de todo, permite rectificar si nos equivocamos. Nos permite cambiar de voto en las siguientes elecciones o remover a los representantes de su cargo si caen en la ilegalidad. Apostemos por esa democracia, la del respeto y la del pensamiento libre.

Critiquemos lo que consideremos oportuno, pero no invalidemos las posturas del otro porque simplemente no son las nuestras. Tal vez el otro tiene sus motivos para pensar distinto. Denunciemos con firmeza el abuso de poder, la caída en la ilegalidad, la vulneración de las normas de las que nos hemos dotado. Pero hagámoslo con criterio, con evidencias… y, sobre todo, no caigamos en el pensamiento único ni en falsas superioridades morales. Porque si creamos ideas de primera y segunda categoría estamos atentando contra uno de los principios básicos de cualquier democracia que se precie: el derecho a que cada uno sea quien quiera ser, con sus ideas y valores. Que no nos roben la libertad de pensar. Por ello, huyamos de populismos radicales o velados, de mentiras flagrantes o disimuladas, de mesías de izquierdas o de derechas. Y, sobre todo, no admitamos ninguna tiranía, ni de mayorías ni de minorías.

Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7


Imagen: Gordon Johnson / pixabay.com

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