Flujos migratorios en tiempos de pandemia

enero 21, 2021 Desactivado Por La Opinión de

La Universidad de California, a través del Centro de Estudios México-Estados Unidos, la Casa de la Universidad de California y Alianza UCMX, en colaboración con Sin Fronteras IAP, la Fundación Friederich Naumann y el Colegio de la Frontera Norte, ha evaluado el efecto de la pandemia del COVID-19 en los flujos migratorios. A partir de un enfoque regional, que abarca el corredor de intensa migración que forma del Triángulo norte centroamericano (Guatemala, Honduras y El Salvador), México y Estados Unidos; el grupo de trabajo ha aportado evidencias de la mayor desprotección en la que la pandemia ha dejado a las personas en tránsito migratorio.

México, indudablemente, se ve afectado por esta problemática. La crisis sanitaria ha empeorado las condiciones de vida en Centroamérica, impulsando a miles de personas a emigrar hacia Estados Unidos. Los migrantes huyen de una región pobre, con altos niveles de exclusión social. Dado que en su mayoría se sostienen en economías con un alto nivel de informalidad, la mayoría de la gente trabaja en la calle. Con las medidas sanitarias derivadas de la pandemia, la población no puede salir de casa y, sin programas sociales de apoyo, no sobreviven. A ello se unen altos índices de violencia y criminalidad. Por ello, emigrar se convierte para muchos en la única opción.

El país azteca actúa como frontera entre la miseria que buscan dejar atrás y la oportunidad que creen que les espera en Estados Unidos. Pero el viaje tiene dos sentidos y México se convierte en el lugar en el que algunos aguardan para poder entrar en el país norteamericano y otros buscan asilo tras ser expulsados del “sueño americano”. La frontera norte mexicana, como consecuencia, se encuentra desbordada. Los solicitantes de asilo deben permanecer allí, en una especie de limbo legal, hasta que se celebren las audiencias de sus casos en los tribunales migratorios estadounidenses.

Los riesgos a los que enfrentan los migrantes son múltiples. Por un lado, el trayecto se realiza en condiciones sanitarias precarias. Por otro, al llegar a la frontera son recluidos en espacios pequeños y cerrados en los que es difícil mantener la distancia de seguridad entre personas. Esto ha generado diferentes protestas y motines en las estaciones migratorias mexicanas, incrementando el riesgo de contagio ante la falta de protocolos de reacción por parte de las autoridades competentes. Junto a esto, los albergues que han servido como apoyo a los migrantes en tránsito se encuentran en un proceso de adaptación: su capacidad numérica ha disminuido notablemente debido a las restricciones y requieren adquirir equipos que garanticen la salubridad de los espacios.

La situación es extremadamente complicada ya que, si bien el derecho internacional no puede obligar a un estado a aceptar a todas las personas que quieran ingresar en él, algunas deportaciones implican altos riesgo para la salud e integridad física y/o psíquica de los afectados. La falta de empleo, la ausencia de vínculos sociales y la incertidumbre, ahora unidos a la situación sanitaria, son algunas de las amenazas que acompañan a los migrantes. Por tanto, la política migratoria requiere de cambios estructurales. Hasta el día de hoy, los acuerdos suscritos entre los países centroamericanos y los Estados Unidos no han logrado frenar las caravanas de migrantes.

Es necesario actuar en los países de origen, enfrentando las condiciones económicas, sociales y políticas que empujan a miles de personas a emigrar. Mientras que no se adopten medidas al respecto, es complicado que la situación se revierta. Cerrar fronteras puede controlar el flujo migratorio de manera superficial, pero no va a erradicar el problema. La cooperación internacional es fundamental en este sentido. Es preciso desarrollar políticas sólidas y continuadas en el tiempo que aborden los problemas sistémicos de la región.

Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7