¿Vivimos para las redes sociales?
enero 29, 2021 Desactivado Por La Opinión deY un día importó más subir la fotografía adelante del monumento que el viaje en sí. Y un día importó más presumir el café, la copa o el platillo que disfrutar los sabores. Y un día importó más cambiar de estado civil en nuestras aplicaciones que en un acta civil. Y un día importó más subir selfies para sumar reacciones a nuestra colección de likes que trabajar con profundidad en nuestra autoestima. Y un día importó más ser el protagonista de cualquier noticia, aunque no estuviéramos directamente involucrados en ella.
¿Han notado que nos hemos dejado seducir, sin reparos ni filtros ni cuestionamientos, por el atractivo que representan las redes sociales? La gran mayoría de quienes utilizamos un teléfono inteligente hemos incurrido en alguna o muchas de las prácticas que se acaban de mencionar. Hoy vivimos en una insaciable era de atención hacia nosotros mismos, en el que la competencia por atrapar seguidores, lectores o clientes es realmente feroz. Lo peor es que ya hemos caído en una auténtica adicción, en el que dejar en paz el celular por cinco minutos ininterrumpidos pareciera una proeza de esfuerzos titánicos, y es aquí donde cabe preguntarnos y reflexionar sobre si el afán por hacer público lo que muchas veces era privado ha sido lo correcto, si en verdad nos ha beneficiado a largo plazo o si, por el contrario, hemos caído en la trampa de entregar lo poco que nos queda de privacidad.
Paradójicamente, los responsables de que esa intimidad, tan celosamente guardada por siglos, se diluya en el mundo virtual somos nosotros mismos. Ahora, en unos cuantos clics y en cuestión de segundos decidimos compartir pensamientos, publicar noticias sobre nuestra vida personal, estar conectados con el resto del mundo y hasta notificar qué es lo que estamos haciendo en tiempo real, por más nimio que esto sea. Y más allá de preguntarnos si esto es bueno o malo, las preguntas clave que deberíamos hacernos en lo individual serían: ¿para qué comparto? ¿Me producirá bienestar si realizo esta publicación? ¿Le será útil a los demás? ¿Estaría publicando esto mismo si supiera que mis seres más queridos lo verán también?
Quizá las respuestas a estas interrogantes vengan acompañadas de la premisa de que hay que pensar dos veces antes de publicar. Sin duda alguna, las redes sociales pueden ser grandes aliadas y un gran andamiaje de apoyo para difundir conocimiento, dar a conocer algún servicio, ayudar, en momentos de crisis, para reír incluso; pero también es cierto que se han convertido en una realidad paralela que nos enajena, nos abstrae, nos absorbe y, muchas veces, hasta nos desestabiliza emocionalmente por, simplemente, no poder dejar de ver esa pantalla que sabe y conoce cada uno de nuestros pasos, que nos expone incluso al acecho constante de la humillación y el linchamiento virtual, en la mayoría de los casos de manera innecesaria.
La tecnología ha evolucionado tanto que, a momentos, parece que somos los seres humanos quienes perdimos control sobre ella y ahora es ésta la que nos somete. Es justo aquí, cuando debemos percatarnos que este paradigma se nos puede escapar de las manos, que debemos parar, hacer un alto en el camino y, quizá, cerrar un poco más esa puerta de privacidad de la que debemos volver a adueñarnos, porque no todo mundo merece entrar en ella.
No, definitivamente no es necesario publicar cada cosa que hacemos si eso nos va a arrebatar buenos e irrepetibles momentos con los demás. De nada sirve estar al pendiente del teléfono cada dos minutos para estar presente en nuestras redes cuando estamos ausentes con quien tenemos enfrente; poco importa que nuestros perfiles estén llenos de imágenes perfectas si nuestros propios ojos se pierden de contemplar la belleza externa que se encuentra a nuestro alrededor; y se vuelve obsoleto buscar desesperadamente la aprobación ajena cuando llegamos a estar plenamente conscientes y seguros de nuestro valor físico, emocional y espiritual como seres humanos.
Pensemos que, al final, y aun después de morir, nuestras publicaciones nos sobrevivirán. Suena inquietante, pero es un hecho que cada fotografía, cada texto y cada video que subamos a ese espacio infinito llamado Internet también formarán parte de nuestro legado para el mundo y una huella muy peculiar que dejaremos cuando ya no estemos aquí físicamente. Y, mientras tanto, preguntémonos: si yo ya no estuviera aquí, ¿mis redes sociales darían fe auténtica de mi paso por esta vida?
Bernardo Ramírez López
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Imagen: Gerd Altmann / pixabay.com