Elecciones en El Salvador
marzo 4, 2021 Desactivado Por La Opinión deEl partido Nuevas Ideas ha arrasado en las elecciones legislativas celebradas el pasado domingo 28 de febrero en El Salvador. La organización, liderada por el actual presidente Nayib Bukele, se hará con una mayoría calificada en la Asamblea en unión con su partido aliado, la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA). Esto convierte a su victoria en la más holgada desde la vuelta a la democracia del país salvadoreño en la década de 1990.
En este escenario, los partidos tradicionalmente más fuertes en El Salvador, como es el caso de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y del Frente Furibundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), pasan a tener una representación casi anecdótica. Las dos organizaciones, afianzadas en el poder durante tres décadas, dejarán de ser necesarias para alcanzar cualquier pacto dentro de la Asamblea. No obstante, parece que no reina el desánimo. Desde el FMLN ya se ha reconocido la derrota y su secretario general, Óscar Ortiz, ha señalado que pese a perder la elección su proyecto político sigue vigente. No obstante, anuncia reformas. Desde ARENA, algunos de sus miembros también han manifestado la aceptación de la derrota.
La victoria del partido de Bukele, sin embargo, no está exenta de problemáticas. La primera son las acusaciones de un posible fraude electoral por parte del oficialismo por el retraso de una cuarta parte de los colegios electorales y la tardanza en la repartición de credenciales a los apoderados de su partido. Por su parte, la oposición señala que el partido en el gobierno ha utilizado recursos públicos para hacer campaña del partido Nuevas Ideas y GANA. A esto se suma el inicio de un proceso sancionador contra Bukele, iniciado por el Tribunal Supremo Electoral, por no haber respetado el silencio electoral al pedir el voto a sus diputados durante la misma tarde de las elecciones.
La prensa también ha denunciado violencia e intimidación en el ejercicio de su derecho de información. La Asociación de la Prensa en El Salvador ha denunciado 26 agresiones y 33 vulneraciones de derechos contra los medios. Destacan los bloqueos al acceso a la información, restricciones al ejercicio periodístico, declaraciones estigmatizadas, abusos digitales y amenazas verbales.
Por otro lado, tampoco cabe olvidar la delicada situación por la que atraviesa el país. Según datos del Latinobarómetro de 2020, únicamente el 28% de los salvadoreños apoya la democracia. A esto se le suma un 51% de la población bajo el umbral de pobreza y un historial de corrupción dentro de su clase política. Como máximo exponente, la huida del expresidente Funes para escapar de la justicia.
Sea como fuere, estas elecciones han acercado aún más al presidente Bukele a un poder casi absoluto. Además de ocupar la presidencia, podrá tener, a través de su partido, un control de la Asamblea Legislativa. Eso contribuye a consolidar su posición y deja en una posición casi marginal al resto de fuerzas políticas. Pero, además, la mayoría calificada le proporciona un gran poder al partido oficialista. En concreto, le permite ratificar préstamos, elegir a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, Fiscal General y procuradores; aprobar deuda del presupuesto; superar vetos; declarar la incapacidad física o mental del presidente, vicepresidente o funcionarios electos por la Asamblea Legislativa para el ejercicio de sus cargos: suspender y restablecer las garantías constitucionales de acuerdo con el artículo 29 de la Constitución; y decretar guerra o calamidad pública en caso de invasión.
Desde los sectores más críticos se han encendido las luces de alarma. Y es que, más allá de los riesgos asociados a la falta de contrapesos, en el caso de Bukele, esta situación puede verse agravada por algunas tendencias autoritarias. Así, desde su llegada al poder ha debilitado significativamente las instituciones y ha ignorado muchos de los controles impuestos a la acción ejecutiva. Desde su llegada al poder, se le ha señalado por su enfrentamiento directo con los medios de comunicación, con los políticos que le cuestionan y con los poderes Legislativo y Judicial.
En este sentido, quizás uno de los episodios más destacables se produjo el año pasado, cuando llegó al Congreso escoltado por militares para exigir a los asambleístas la aprobación de un préstamo e instó a una insurrección popular en el caso de que el Legislativo no diera su brazo a torcer. En este contexto, una acumulación excesiva de poderes puede desembocar en una erosión de la democracia.
Se abre por tanto un escenario incierto en el que la existencia de un poder casi absoluto pone en jaque el funcionamiento de la democracia del país centroamericano. Bukele ha capitalizado el desencanto de los salvadoreños hacia los partidos tradicionales. Además, sus capacidades de liderazgo y comunicación le han valido para conectar con la población. No obstante, desde su llegada al poder ha construido una red de patronazgo y clientelismo que pone en duda muchas de las bondades de su discurso. El riesgo autoritario está latente. Esperemos que las demandas de cambio no se orienten hacia proyectos autocráticos y que se preserven las condiciones necesarias para el desarrollo de la democracia.
Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7
Imagen: Kjrstie / pixabay.com