¿Y las instituciones apá?
octubre 22, 2019El fin de semana veía un video donde se observa al hoy Presidente exclamando: “al diablo con sus instituciones”, esas mismas instituciones a las que desconoció en el 2006 y 2012, pero gracias a las cuales llegó a la Presidencia en el 2018.
No es secreto que el Presidente, cuando era oposición, solía reconocer la ley únicamente cuando le convenía; sin embargo, la mayoría de nosotros pensábamos que sería distinto cuando asumiera el poder, pero resultó ser el mismo hater de las reglas formales que por años construimos como ciudadanos. Hace unos meses no escatimó en decir que vale la pena ignorar leyes cuando es en nombre de la justicia, así como a través de una circular pidió a parte de su gabinete ignorar los efectos de una reforma constitucional.
Si bien, la justicia la anhelamos todos, su dificultad radica en su subjetividad, por ello las democracias liberales necesitamos de reglas formales que nos permitan reflejar el mayor acuerdo entre ciudadanos.
Lamentablemente se está atentando contra la ley y el Estado de Derecho. María Amparo Casar y José Antonio Polo han presentado un trabajo en el cual hay un conteo de las acciones y controversias de inconstitucionalidad por parte del Poder Ejecutivo; al mes de julio, las primeras llegaban a 69, mientras las controversias a 176; ello, indudablemente, representa un ataque a las instituciones.
En estos 10 meses se ha atentado contra el Poder Judicial, contra el mandato de los bajacalifornianos, etc.; sin embargo, la semana pasada, al soltar a un criminal y rendirse, se ha tocado fondo. Ahora, no solamente es cuestión de Estado de Derecho –principio de legalidad que la mayoría de las veces actúa a posteriori–, sino que ya también es cuestión de fuerza real del Estado, de la capacidad de ejercer el derecho del monopolio de la fuerza legítimamente, como lo definió Weber.
En días pasados, diferentes medios impresos y digitales de España hablaron respecto a la contradicción de algunos independentistas catalanes de autoproclamarse como tsunami democrático, cuando en realidad, ellos mismos están atentando contra el orden institucional, que es elemento básico de las democracias actuales. La misma crítica se le puede hacer hoy al gobierno mexicano.
A muy poco tiempo de finalizar la segunda década del siglo XXI, nuestros representantes no quieran entender que la democracia no se sustenta únicamente con votos, sino también, como dice Habermas, con correctos e imprescindibles procesos como el Estado de Derecho.
La democracia se ha convertido en el principio e ideal casi por consenso universal, a tal punto, que como Achen y Bartels lo dicen en Democracy for realists, hasta los regímenes autocráticos hoy presumen de serlo.
Así pues, queda claro que no todo aquel que se diga democrático –ya sea individuo o gobierno– en realidad lo es; no bastan los sustantivos, importan más las acciones del día a día, y es nuestra responsabilidad ciudadana exigir gobiernos que nos permitan ejercer plenamente nuestras libertades, es nuestra obligación luchar por preservar nuestros derechos.