A un año sin Peña, al fin en el despeñadero
noviembre 8, 2019Tenemos una administración pública federal sui generis. Uno de sus primeros objetivos era controlar la nota, ser quien marcara la agenda nacional y sin duda lo ha logrado. Probablemente es de las pocas cosas que ha logrado con efectividad real.
Instaurando las conferencias de prensa “mañaneras”, el Presidente López Obrador marca todos los días la pauta, la nota, las primeras planas, físicas y digitales, y se pone en el centro de discusión de la sobremesa, y ¡vaya!, hasta es prácticamente el único objetivo de moneros y memeros.
Desafortunadamente para él, es por las razones incorrectas. Cuando sus críticos queremos hablar sobre un comentario desafortunado, un guiño al autoritarismo, la falta de experiencia, conocimientos o liderazgo en algún tema en particular, ya tenemos uno nuevo sobre el cual comentar. No ha pasado el “culiacanazo”, cuando estamos hablando de la masacre en Chihuahua, y prácticamente ya tenemos que hablar sobre el atentado a la Fiscalía de esa entidad.
Y el Presidente… inamovible. No hay cambio de estrategia, es decir, no están buscando alguna, porque sin ella llegaron y sin ella estamos. No hay disculpas por las omisiones, los errores, las claras complicidades, hay una reafirmación de que la realidad miente, y que el tiempo le dará la razón al tabasqueño.
El Presidente reúne dos calidades, dos aristas que no recuerdo haber visto en ningún Presidente de la República: es autoritario, quiere poder, cada vez más, controlar el Congreso no bastó, fue por la Suprema Corte, por el Tribunal Federal Electoral, y ahora va por el INE, usa un discurso nacionalista fácil, habla de reivindicaciones y de la creación de un sistema de gobierno que no tiene pies ni cabeza, al que llama “humanista”.
Y al mismo tiempo es blando, timorato, no teme aferrarse mediante un simple “porque yo lo digo” a cancelar una obra como el aeropuerto, pero es blando, sumiso y servil con los criminales; consiguió materializar el sueño de Calderón y el Proyecto de Peña, una fuerza policial superior, que hoy se llama Guardia Nacional, que sólo sirve para detener a los migrantes ilegales en ambas fronteras, acorde con las órdenes enviadas desde Washington, tímidamente da excusas a los imperativos tuits del Presidente Trump, pero le acata sin rechistar en los actos.
Ninguna de esas dos versiones es un buen Presidente y, como decían los abuelos, de los dos no se hace uno. A menos de un mes de cumplir un año en el gobierno (que se celebrará con una costosa verbena popular, porque… pues la cosa es celebrar no importa qué), no hay resultados palpables en ningún rubro. La educación vuelve al control de los sindicatos, la economía recibe señales confusas entre liberalismo y control estatal, se ha exhibido y humillado a los militares, la democracia se debilita, se invierte dinero en estadios de béisbol, pero no en vacunas, y el país está a merced de la delincuencia.
Si el Presidente no corrige pronto todos sus errores y desatinos, el 21 de marzo de 2022 podría estrenar la revocación de mandato, siendo revocado. Al tiempo.
Miguel Alejandro Arochi Jaimes